¡Oh Profundidad De Las Riquezas De La Sabiduría Y De La Ciencia De Dios! ¡Cuan Insondables Son Sus Juicios, E Inescrutables Sus Caminos! Romanos 11:33
A las 9:15 a.m., justo después de
que los niños se habían preparado para empezar su primera lección en la mañana
del 21 de octubre de 1966, un extremo sobrante de South Wales (una mina de
carbón) cayó sobre la tranquila comunidad minera de Aberfan. De todas las
tragedias desconsoladoras de ese día, ninguna fue peor que el destino de la
Junior School de la aldea. El lodo negro se deslizó por la ladera entrando a
los salones. Incapaces de escapar, murieron cinco profesores y 109 niños.
Un clérigo que fue entrevistado
por un reportero de la B. B. C. en el momento de (la tragedia, al responder)...
a la inevitable pregunta acerca de Dios dijo: "Bien. Supongo que tenemos
que admitir que esta es una de las ocasiones cuando el Todopoderoso cometió un error".
Los verdaderos cristianos
estarían asombrados de la petulante y blasfema afirmación del clérigo acerca de
Dios. Pero, a veces, cuando la calamidad de alguna manera nos golpea, ¿no nos
preguntamos si Dios no cometió un error en nuestras vidas?
Pienso en otra afirmación, no
impertinente pero sí sentida, hecha por un cristiano sincero al mirar a un niño
luchando con cáncer: "En verdad espero que Dios sepa lo que está haciendo
en esto".
Cualquier persona que haya
sufrido una adversidad muy profunda probablemente se puede identificar con las
dudas con las que esta persona luchaba.
Cuando nos detenemos a pensar en
esto, creemos sinceramente que Dios no comete errores en nuestras vidas, en las
aldeas de South Wales o en cualquier otra parte. Dios sabe lo que está
haciendo. El es infinito en su sabiduría, y siempre sabe lo que más nos
conviene y la mejor forma de hacer que se produzca ese resultado.
La sabiduría con frecuencia se
define como el buen juicio, la habilidad de desarrollar el mejor curso de
acción o la mejor respuesta a una situación determinada. Todos reconocemos que
la sabiduría humana por grande que sea es engañosa. Los hombres o mujeres más
sabios sencillamente no tienen todos los hechos de una situación ni pueden predecir
con certeza los resultados de ese curso de acción. Todos nosotros, de vez en cuando,
nos atormentamos ante algunas decisiones importantes, tratando de determinar
qué camino seguir.
Pero Dios nunca tiene que
atormentarse ante una decisión, y ni siquiera tiene que deliberar consigo mismo
o consultar a otros. Su sabiduría es intuitiva, infinita e infalible:
SU ENTENDIMIENTO ES INFINITO"
(SAL. 147:5).
J. L. Dagg, teólogo del siglo
XIX, describió la sabiduría así: "Consiste en la selección del mejor
objetivo de una acción y la adopción de los mejores medios para lograrlo."
Luego dijo: "Dios es infinitamente sabio, porque escoge el mejor objetivo
de una acción. y porque adopta los mejores medios posibles para el logro de ese
fin"
El mejor objetivo de todas las
acciones de Dios es su gloria. Es decir, que todo lo que El hace o permite en toda
su creación finalmente servirá a su gloria. Como dice John Piper en su libro
Desiring God: "El principal fin de Dios es glorificarlo y disfrutarlo para
siempre".
Uno sólo tiene que hojear el
Nuevo Testamento mirando pasajes con la palabra gloria para estar de acuerdo
con John Piper en que el fin principal de Dios es su gloria (sólo para principiantes
ver Juan 15:8; Romanos 1:21; 11:36; 1 Corintios 10:31; Ef. 1:12,14; Apocalipsis
4:11; 5:13; 15:4).
Todo lo que se incluye en el
concepto de la gloria de Dios es un misterio que no podemos comprender
plenamente. Pero sabemos que éste involucra una muestra de toda su grandeza y
perfecciones maravillosas, incluyendo la perfección de su sabiduría.
BELLEZA DE ENTRE LAS CENIZAS
Al observar eventos trágicos, o
más particularmente, cuando nosotros mismos experimentamos la adversidad, con
frecuencia nos inclinamos a preguntarle a Dios: "¿Por qué?" La razón
por la cual preguntamos es que no vemos ningún posible bien para nosotros o
gloria para El, que pueda venir de esa circunstancia adversa que ha llegado a
nosotros o a nuestros seres queridos. Pero, cuando Dios ocasiona el bien en la
calamidad, ¿no es su sabiduría (es decir, su gloria) más eminentemente
demostrada que en la bendición?
El conocimiento del jugador de ajedrez
sobresale más cuando le gana a un oponente experimentado que a un novato. La
experiencia del general se destaca más al derrotar un ejército superior, que al
someter a uno inferior. La sabiduría de Dios sobresale cuando trae bien para
nosotros y gloria para El en la confusión y calamidad, más que en momentos agradables.
No hay duda de que el pueblo de
Dios vive en un mundo hostil. Tenemos un enemigo, el diablo, quien "como
león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" (1 P 5:8).
"Os ha pedido para zarandearos como a trigo, como hizo a Pedro" (Le.
22:31); o nos hace maldecir a Dios como intentó hacer con Job. Dios no nos
libra de las enfermedades, dolor y desilusión de este mundo pecador. Pero puede
tomar todos estos elementos, tanto los buenos como los malos, y hacer total uso
de cada uno.
Como alguien dijo hace años:
"Una sabiduría inferior a la divina se sentiría movida a prohibir, evitar
o rechazar el trabajo de estos planes diabólicos. Es un hecho que con frecuencia
el pueblo de Dios trata de hacer esto por sí mismo o le pide incesantemente al Señor
que lo haga. Por eso es que muchas veces las oraciones parecen permanecer sin respuesta.
Porque estamos siendo manejados por una sabiduría que es perfecta, que puede lograr
lo que pretende tomando el control de las cosas y las personas que están
destinadas para el mal y las hace trabajar en conjunto para bien".
Entonces, la infinita sabiduría
de Dios se muestra en sacar bien del mal, y belleza de entre las cenizas. Se
evidencia en todas las fuerzas del mal, que se lanzan contra sus hijos en bien para
ellos. Pero el bien que El ocasiona con frecuencia es diferente al que nosotros
prevemos.
SANTIDAD EN LA ADVERSIDAD
Romanos 8:28: "Y sabemos que
a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son llamados". Este es un versículo frecuentemente
citado, sin notar que el siguiente nos ayuda a entender lo que significa bien.
El versículo 29 empieza con la
palabra porque, indicando que es una continuación y ampliación del pensamiento
expresado en el 28. Este dice: "Porque a los que antes conoció, también
los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para
que él sea el primogénito entre muchos hermanos".
El bien que Dios obra en nuestras
vidas es conforme a la semejanza de su hijo. No es necesariamente bienestar o
felicidad sino conformidad a Cristo en una medida creciente en esta vida, y en
su plenitud en la eternidad.
Vemos este mismo pensamiento en
Hebreos 12:10 "Y aquéllos (nuestros padres), ciertamente por pocos días
nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es
provechoso, para que participemos de su santidad". Compartir la santidad
de Dios es una expresión equivalente a ser conformado a la semejanza de Cristo.
Dios sabe exactamente lo que quiere que seamos y qué circunstancias, buenas y
malas, son necesarias para producir ese resultado en nuestras vidas.
Observe el contraste que hace el
autor de Hebreos entre la sabiduría finita y falible de los padres humanos y la
sabiduría infinita e infalible de Dios. Dice de nuestros padres:
"Ciertamente por pocos días
nos disciplinaban como a ellos les parecía". Como padre puedo
identificarme con la frase "como a ellos les parecía". Algunas veces,
cuando educamos a nuestros hijos nos preocupamos por ejercer una disciplina
adecuada, en calidad y cantidad. Incluso cuando creíamos que sabíamos qué era
lo mejor, muchas veces nos equivocábamos.
Pero, el escritor dice sin
reservas que Dios nos disciplina para nuestro bien. No hay preocupación por
parte de Dios, ni esperanza de que haya tomado la decisión correcta, ni cuestionamiento
de qué es realmente lo mejor para nosotros. Dios no comete errores. El sabe
infaliblemente, con infinita sabiduría, qué combinación de circunstancias
buenas y malas nos traerá al compartir su santidad. El nunca pone demasiada
"sal" de adversidad en la receta de nuestras vidas, pues su mezcla de
adversidad y bendición siempre es exacta para nosotros.
El autor de Hebreos admite fácilmente
que la disciplina es dolorosa (v 11), pero también nos asegura que es
provechosa, porque produce "fruto apacible de justicia". El propósito
de la disciplina de Dios no es castigarnos sino transformarnos. El puso sobre
Jesús el castigo por nuestros pecados, "el castigo de nuestra paz fue
sobre él" (Isaías 53:5). Pero debemos ser transformados más y más a
semejanza de Cristo.
ESE ES EL PROPÓSITO DE LA DISCIPLINA.
El salmista al hablar del
aprendizaje a través de la experiencia dijo: "Bueno me es haber sido humillado,
para que aprenda tus estatutos" (Sal. 119:71). Podemos conocer la voluntad
de Dios para nuestro carácter intelectualmente, leyendo y estudiando las
Escrituras, y lo deberíamos hacer. Es entonces cuando empieza el cambio, y
nuestras mentes son renovadas. Pero el cambio verdadero, en lo profundo de
nuestras almas, se produce cuando los principios de la Escritura obran en la
vida real, y eso generalmente involucra la adversidad.
Podemos admirar e incluso desear
la paciencia, pero no la aplicaremos hasta que hayamos sido tratados
injustamente y aprendido a través de la experiencia a "tolerar" (el
significado de la paciencia) al que nos trata injustamente. Si usted se detiene
a pensar en esto, se dará cuenta de que muchas cualidades de un carácter
piadoso, sólo se pueden desarrollar por medio de la adversidad. La clase de
amor que da libremente de sí mismo a un costo alto, sólo se puede aprender
cuando nos vemos enfrentados a situaciones que requieren un amor sacrificado.
La parte del fruto del Espíritu llamada gozo, no se puede aprender en medio de
las circunstancias que sólo producen felicidad "natural".
Dios en su infinita sabiduría,
sabe exactamente qué adversidad necesitamos para crecer más y más en la
semejanza de su Hijo. El no solamente sabe qué necesitamos, sino cuándo y cómo
es la mejor forma de que ocurra en nuestras vidas. El es el perfecto maestro, entrenador,
y su disciplina siempre se ajusta exactamente a nuestras necesidades. El nunca nos
entrena en exceso permitiendo demasiada adversidad en nuestras vidas.
DIOS NUNCA EXPLICA
Con frecuencia, cuando un maestro
nos entrena en una habilidad, como atletismo o música, nos explica el propósito
particular del ejercicio que nos pide hacer, y aunque a veces pueden ser
tediosos e incluso dolorosos, los podemos resistir porque sabemos su propósito
y el resultado que se pretende.
Pero Dios nunca nos explica lo
que está haciendo o nos dice por qué. No hay ninguna indicación de que alguna
vez haya explicado a Job las razones de su terrible sufrimiento.
Como lectores, estamos detrás de
la escena, y observamos la guerra espiritual entre El y Satanás, pero lo que
podemos ver en la Escritura, es que Dios nunca le habló a Job acerca del tema.
Lo cierto es que Dios en
realidad, nunca nos dijo en la Escritura, por qué le permitió a Satanás afligir
a Job como lo hizo. Basados en la verdad de Romanos 8:28 (que fue tan válida
para Job como lo es para nosotros), debemos concluir que al permitir los
ataques de Satanás contra Job, Dios tenía un propósito mucho mayor que
simplemente usarlo como instrumento en una "confrontación" entre El y
Satanás. La parte de éste en el drama parece olvidarse, pues no se vuelve a
mencionar después de sus dos retos a Dios en Job 1-2.
El relato no concluye con una
conversación entre Dios y Satanás en la que afirme la "victoria" sobre
su adversario. Por el contrario, termina con una conversación entre Dios y Job
en la que éste reconoce que por medio de sus tribulaciones ha llegado a una
relación nueva y más profunda con El. Job dice: "De oídas te había oído;
mas ahora mis ojos te ven" (Job 42:5).
Podemos concluir que esta
relación más profunda, fue uno de los resultados (y no todos) que Dios tenía en
mente todo el tiempo.
A veces, después que termina la
adversidad podemos ver algunos de sus resultados positivos en nuestras vidas,
pero rara vez podemos verlos durante el momento de la prueba.
José seguramente pudo ver algunos
de los resultados de la aflicción que Dios había permitido en su vida después
de haberse convertido en primer ministro de Egipto, pero en realidad no pudo
notarlos mientras vivía esa situación. Para él, todo el penoso proceso, debe
haber parecido desprovisto de cualquier significado y muy contrario a sus
expectativas del futuro, como se le reveló a través de sus sueños.
Pero ya sea que veamos o no
resultados benéficos en esta vida, estamos llamados a confiar en que Dios en su
amor quiere lo mejor para nosotros, y en su sabiduría sabe cómo hacer que
ocurra. Pienso en una amiga muy querida que durante más de treinta años ha pasado
por una tras otra adversidad, enfrentando increíbles problemas físicos en la
familia, numerosas dificultades financieras y aflicciones familiares, y hasta
donde yo sé ningún "bien" aparente ha resultado de estas
adversidades.
No ha habido un final feliz como
en el caso de José o Job. Sin embargo, en una carta que recibí de ella mientras
escribía este capítulo, decía: "Yo sé que Dios no comete errores: porque
en El, su camino es perfecto".
Por lo tanto nunca deberíamos
preguntar "¿por qué?" en el sentido de exigir que Dios explique o
justifique sus acciones o lo que permite que suceda en nuestras vidas. Margaret
Clarkson dijo: "No podemos exigir de un Creador soberano que dé
explicaciones a sus criaturas. Dios tuvo buenas y suficientes razones para sus
acciones; debemos confiar en su sabiduría y amor soberanos".
Cuando digo nunca deberíamos
preguntar "¿por qué?", no estoy hablando del espontáneo grito de
angustia cuando nos llega la calamidad, a nosotros o a un ser querido. Más bien
me refiero al continuo y persistente "¿por qué?", que tiene tono
acusador hacia Dios. El primero es una reacción humana natural; el otro una
reacción humana pecadora. Tres de los Salmos empiezan con "¿por
qué?": "¿Por qué estás tan lejos?" "¿Por qué me has desamparado?"
"¿Por qué, oh Dios, nos has desechado para siempre?" (Salmos 10, 22,
74).
Pero cada uno de ellos finaliza
con una nota de confianza en Dios. Los salmistas no permitieron que sus
"porqués" se prolongaran; ni que echaran raíces y crecieran convirtiéndose
en acusaciones contra Dios. Sus "porqués", eran en realidad, gritos
de angustia, una reacción natural ante el dolor.
En contraste, según el autor Don
Baker, hay dieciséis "¿por qué?" en el libro de Job. El le preguntó a
Dios "¿por qué?" dieciséis veces, de manera insistente y petulante y,
como muchos han observado, El nunca le respondió a sus "porqués". Más
bien le contestó "quién".
El pastor Baker en su libro sobre
Job dice: Desde entonces dejé de buscar la respuesta a esa pregunta (¿por qué?)
en mi propia vida... Dios no me debe ninguna explicación; El tiene derecho de
hacer lo que quiera, cuando quiera y como quiera. ¿Por qué? Porque es Dios. Job
no necesitaba saber por qué estas cosas sucedieron así, sino quién era el
responsable y quién tenía el control. El solamente necesitaba conocer a Dios.
Al usar a Job como ejemplo de
preguntar "¿por qué?" en un sentido malo o pecador, no quiero
denigrarlo. Yo sé que muchas veces he hecho esa pregunta en circunstancias obviamente
mucho menos difíciles que las que le sobrevinieron a él. Dios mismo nos recomendó
la rectitud de Job; pero El no sólo estaba tratando con Job, sino que registró esos
hechos para nuestro beneficio y para que aprendamos de ellos. Parece claro que
una de las lecciones que Dios quiere que aprendamos de la experiencia de Job es
la que el pastor Baker aprendió: Dejar de preguntar "¿por qué?"
Así como Dios ha usado durante
siglos el Salmo 51, siendo la oración de confesión y arrepentimiento de David
por su adulterio, para enseñar a su pueblo, también ha usado las luchas de Job
con la duda acerca de la bondad de Dios, para el mismo propósito. Todavía recuerdo
mi primera lucha consciente con la bondad de Dios casi treinta y cuatro años
antes de escribir este libro.
El pasaje que satisfizo mi necesidad
en el momento fue uno del libro de Job, donde Dios lo confronta por su osadía,
a través de Eliú. Este hizo que me diera cuenta y me arrepintiera de mis
acusaciones contra Dios. Así que no queremos criticar a Job, sino aprender de
él acerca de lo pecaminoso de exigir a Dios "¿por qué?"
Pero, aunque nunca deberíamos
exigir un "¿por qué?", podemos y debemos pedirle a Dios que nos
capacite para comprender lo que nos puede estar enseñando por medio de una experiencia
particular. Pero inclusive aquí, debemos ser cuidadosos de no estar buscando satisfacer
nuestras almas al encontrar algún "bien" espiritual en la adversidad.
Más bien, debemos confiar en que Dios está obrando en esa experiencia para
nuestro beneficio, aunque no veamos resultados positivos. Debemos aprender a
confiar en Dios cuando no nos dice por qué, o cuando no entendemos lo que está
haciendo.
LOS CAMINOS DE DIOS SON
INCOMPRENSIBLES
A veces, llegamos al punto donde
no le exigimos a Dios que se explique, pero tratamos de determinar o comprender
por nosotros mismos lo que está haciendo. No queremos vivir sin explicaciones
racionales para lo que nos está sucediendo a nosotros o a los que amamos.
Somos casi insaciables en nuestra
búsqueda del "porqué" de la adversidad que nos ha llegado. Pero esta
es una tarea inútil y a la vez no confiable. Los caminos de Dios, siendo los
caminos de la infinita sabiduría, simplemente no pueden ser comprendidos por
nuestras mentes finitas.
Dios dijo por medio de Isaías:
"Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos
mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son
mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos" (Isaías 55:8-9).
En su comentario sobre Isaías,
Edward J. Young dijo de este pasaje: "La implicación es que así como los
cielos están tan altos sobre la tierra que los patrones de altura humanos no
los pueden medir, los caminos y pensamientos de Dios están tan por encima de
los hombres que ellos no pueden comprenderlos en su totalidad. En otras palabras,
los caminos y pensamientos de Dios son incompresibles a los hombres".
El apóstol Pablo establece la
misma verdad en su doxología al final de Romanos 11 cuando exclama con
sorpresa: "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia
de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!"
(v 33). La Versión Popular del Nuevo Testamento tal vez trata más enérgicamente
la profundidad de este pasaje. Dice en los versículos 33 y 34:
¡Qué profundas son las riquezas
de Dios, y su sabiduría y entendimiento! Nadie puede explicar sus decisiones,
ni llegar a comprender sus caminos. Pues, ¿quién conoce la mente del Señor? ¿Quién Podrá
Darle Consejos?
La sabiduría de Dios es profunda,
sus decisiones inexplorables, sus métodos misteriosos e inescrutables. Si nadie
ha comprendido su mente, menos aún, podría aconsejarle sobre el curso adecuado
de una acción. Cuán inútil e incluso arrogante para nosotros es tratar de determinar
lo que Dios está haciendo en un evento o circunstancia particular. Simplemente no
podemos descubrir las razones que hay detrás de sus decisiones o determinar las
maneras que El usa para que se realicen.
Si vamos a experimentar paz en
nuestras almas en momentos de adversidad, debemos llegar al punto donde
verdaderamente creamos que los caminos de Dios sencillamente están más allá de
nosotros, y dejar de preguntarle "¿por qué?" o aun tratar de
descubrirlos por nosotros mismos. Esto puede parecer un "escape"
intelectual, un rechazo a enfrentar los problemas verdaderamente difíciles de
la vida, pero de hecho, es exactamente lo opuesto.
Es una rendición a la verdad
acerca de Dios y nuestras circunstancias como El nos lo revela en su Palabra.
Regresando al sermón de C. H.
Spurgeon, sobre la divina providencia, dijo: "La providencia es
maravillosamente compleja ¡Ah! Usted siempre quiere ver a través de la providencia,
¿no es así? pero le aseguro que nunca lo logrará, pues no tiene ojos suficientemente
buenos para ello. Quiere ver qué fue lo bueno de esa aflicción para usted; debe
creerlo. Quiere ver cómo tal aflicción le trae bien al alma, puede ser
capacitado en poco tiempo, pero no lo puede ver ahora, debe creer que hay bien
en ella. Honre a Dios confiando en El".
En la respuesta final de Job a
Dios, él humildemente reconoce los caminos insondables de Dios, y dice:
¿Quién es el que oscurece el
consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas
demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía (Job 42:3).
Job dijo que los caminos de Dios
eran demasiado maravillosos para que él los conociera o comprendiera. Cuando
vio a Dios en su gran majestad y soberanía, se arrepintió de su cuestionamiento
arrogante en "polvo y cenizas". El dejó de preguntar y sencillamente creyó.
David, de una manera similar, se
sometió a los propósitos soberanos de Dios y a su infinita sabiduría, y dijo:
"Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; ni
anduve en grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí" (Sal. 131:1).
Las grandes y maravillosas cosas a las que se refiere son los propósitos
secretos de Dios y sus infinitos medios para cumplirlos. David no ejercitó su
corazón buscando comprenderlas; por el contrario, calló y aquietó su alma en
sumisión y confianza en Dios.
Si vamos a honrar a Dios
confiando en El y a encontrar paz, debemos llegar al punto donde honestamente
podamos decir: "Dios, no tengo que entender, tan sólo confiaré en
ti".
¡NO INTERPRETE, SINO APRENDA!
Puesto que la sabiduría de Dios
es infinita y sus caminos inescrutables para nosotros, deberíamos también ser
muy cuidadosos al pretender interpretar sus caminos en su providencia,
especialmente en eventos particulares. Además, debemos cuidarnos de aquellos
que se ofrecen como intérpretes acerca del porqué y la razón de todo lo que
está sucediendo.
Sea cauteloso con aquellos que
dicen, "Dios permite que esto suceda para que usted aprenda esta o aquella
lección". El hecho es que no sabemos lo que Dios está haciendo a través de
un conjunto particular de circunstancias o eventos.
Esto no significa que no
deberíamos investigar sobre la providencia de Dios y su voluntad revelada en la
Escritura. Todo lo contrario. Como observamos anteriormente, el salmista comprendió
los decretos de Dios experimentando la aflicción (Sal. 119:71). El pueblo de Israel
también aprendió a través de la providencia adversa en sus vidas. Deuteronomio 8:3
dice:
Y te afligió, y te hizo tener
hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la
habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, más de
todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.
Dios enseñó a la nación por medio
de su divina providencia, poniéndolos en una situación en que no podían
simplemente ir a la despensa y sacar el pan diario, sino que dependían completamente
de El. Estaba guiándoles a una tierra donde la provisión material sería "naturalmente"
abundante. (Deuteronomio 8:7-9). Sabía que serían tentados por el orgullo de
sus corazones a decir: "Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta
riqueza" (v 17). Por lo tanto, antes de entrar a la tierra, les enseñó de
la dependencia a través de su divina providencia.
Algunos meses antes de escribir
este capítulo, me invitaron a hablar en una convención cristiana sobre un tema
en particular. Un día, leyendo 2a. Timoteo, el Espíritu Santo abrió, de manera
muy clara, un pasaje que habló hermosamente del tema de la convención.
Desechando lo que ya había
preparado, me senté y rápidamente preparé tres mensajes, por lo que estaba muy
emocionado. Pero luego, sutilmente me enorgullecí mucho de ellos.
Empecé a contemplar pensamientos
pecadores y arrogantes de lo buen orador que me considerarían por estos tres
emocionantes mensajes. Traté de usurpar algo de la gloria de Dios para mí.
Poco antes de empezar la
convención, fui afligido por un virus que nunca antes me había afectado, y
escasamente podía hablar. No disfruté la convención. Aunque di los mensajes, no
tengo idea si alguien los aprovechó o no. Por medio de estas circunstancias
aprendí a través de la experiencia lo que Dios ha dicho: "Y a otro no daré
mi gloria" (Isaías 42:8).
Había memorizado ese versículo
hacía muchos años y conocía su verdad intelectualmente, pero, por la adversidad
lo aprendí en la práctica. Entonces pude decir con el salmista:
"Bueno me es haber sido
humillado, para que aprenda tus estatutos" (Sal. 119:71).
LA SABIDURÍA ES SUPERIOR A NUESTROS
ADVERSARIOS
La sabiduría de Dios no sólo está
tan por encima de la nuestra como está el cielo por encima de la tierra, sino
que también es superior a la sabiduría y astucia de nuestros adversarios. Esto
debería ser de mucha tranquilidad para nosotros. Yo, por lo menos, en este
punto de mi vida, he encontrado más fácil soportar la adversidad de las circunstancias
contrarias que la que viene de otras personas. Aparentemente, David sintió de
igual manera.
En 2ª. De Samuel 24:14, él dijo:
"En grande angustia estoy; caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus
misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres".
Otras personas, por varias
razones, pueden planear tratarnos injustamente, tomar ventaja de nosotros o
"usarnos" para sus propósitos egoístas. Pero, Proverbios 21:30 dice:
"No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Jehová". Por
lo tanto, podemos decir las palabras de Pablo: "Si Dios es por nosotros,
¿quién contra nosotros?" (Romanos 8:31). Aun los planes más atroces de
nuestros adversarios sólo pueden lograr lo que Dios ha ordenado soberanamente
para nosotros, y en su infinita sabiduría, con habilidad, hace que se cumpla.
Los hermanos de José pensaron
deshacerse de él porque se sentían excesivamente envidiosos. Pero Dios dispuso
desde el principio usar su plan para enviar a José delante de ellos con el fin
de que fuera su abastecedor durante los siete años de hambre. Ellos destinaron
estas acciones para mal, pero Dios las utilizó para bien.
Saúl pensó matar a David porque
éste estaba recibiendo más alabanza que él por su destreza militar. Pero Dios
usó estos meses y años, en que David se estuvo escondiendo de Saúl, para formar
en él el carácter que lo hizo un gran rey y hombre conforme al corazón de Dios.
Aparentemente, muchos de los salmos más significativos fueron escritos durante esos
meses.
Uno de mis favoritos, el Salmo 34,
fue escrito durante la época cuando David tuvo que actuar como loco por temor a
un rey gentil. Ese es el salmo al que con más frecuencia me remito cuando lucho
contra el desánimo. Lo que Saúl quería para mal, Dios lo quería para bien.
Satanás pensó que obteniendo el
permiso de Dios para afligir a Job lograría por consiguiente, que éste
maldijera a Dios. Pero lo único que logró fue ser un instrumento para producir
en Job una relación más profunda y reverente con Dios.
A Satanás se le permitió afligir
a Pablo con un aguijón en la carne para atormentarlo, porque probablemente,
pensó que así anularía la efectividad de su ministerio. Por el contrario, sólo
logró ponerlo en la circunstancia, que le enseñó por la práctica, la
suficiencia de la gracia de Dios, y que su fortaleza se hace perfecta en
nuestra debilidad (2 Co. 12:9). Piense en cuántos miles de creyentes, a través
de los siglos, han encontrado que la gracia de Dios es suficiente para ellos,
meditando en las palabras de Dios a Pablo en esa época.
La sabiduría de Dios, entonces,
es mayor que la de cualquiera de nuestros adversarios, ya sean otras personas o
el mismo diablo. Por lo tanto, no deberíamos temer lo que intenten o tal vez
logren hacernos. Dios está obrando tanto en esas "cosas", como en las
adversidades (le enfermedad, muerte, problemas financieros y destrucciones de
la naturaleza.
LA SABIDURÍA DE DIOS EN LOS ASUNTOS
DEL MUNDO
Yendo más allá de nuestras
circunstancias personales, también podemos decir que la infinita sabiduría de
Dios, dirigiendo su poder soberano, gobierna el mundo. Mirando a nuestro
alrededor vemos que gran parte del mundo está fuera del control de Dios y que mucho
de lo l e sucede no tiene sentido.
¿Por qué 109 niños se ahogaron
bajo un deslizamiento de lodo en South Wales, o miles mueren de hambre en
África Oriental?¿Por qué las naciones, aparentemente más "malvadas",
prosperan tan frecuentemente en el plano de los asuntos mundiales?¿Por qué los
ricos se vuelven más ricos, y los pobres más pobres? Dado que vivimos en un
mundo maldito por el pecado, todas estas cosas simplemente se le podrían
atribuir al carácter pecaminoso del hombre.
Pero si aceptamos que Dios es
soberano, como lo vimos en capítulos anteriores, entonces debemos concluir que
tiene el control de todas estas tristes circunstancias, y que las dirige con su
infinita sabiduría a su propósito determinado. No son sólo una diversidad de
eventos incontrolados y sin relación. Por el contrario, todos forman parte del
plan perfecto de Dios, que un día se revelará para su gloria y el bien de su
iglesia. El profesor Berkouwer nos ayuda de nuevo cuando escribe:
Todas las facetas de la vida
están comprendidas dentro del gobierno de Dios. La pluralidad de la vida está
bajo una perspectiva, lo cual no quiere decir que exista una confusión de
incontables y fragmentados eventos en los cuales la actividad se manifiesta.
Existe un eje, un centro que unifica la diversidad de su actividad. La unidad
incluye progreso de eventos desde su promesa en el momento de la caída hasta
completar la formación de su pueblo santo.
Así como hemos aprendido a no
preguntar por qué, o buscar explicaciones racionales, o pretender descubrir qué
"bien" hay en nuestras adversidades, también debemos aprender a silenciar
nuestros corazones con respecto al gobierno de Dios en el universo. Debemos llegar
al punto donde podamos decir, en palabras de David: "En verdad que me he comportado
y he acallado mi alma" (Sal. 131:2) en todas las tragedias que lleguen
sobre la humanidad en todo el mundo.
EL PURITANO JOHN FLAVEL ESCRIBIÓ:
Crea firmemente que el manejo de
todos los asuntos de este mundo, públicos o privados, está en las manos del
sabio absoluto Dios.
SOMÉTASE A SU SABIDURÍA, Y NO CONFÍE
EN SU PROPIO ENTENDIMIENTO.
Cuando Melancthon se sentía
oprimido por las preocupaciones y dudas acerca de los asuntos angustiosos de la
iglesia de su tiempo, Lutero lo reprendía por su desánimo. no pretendas ser el
gobernante del mundo, mas bien deja las riendas del gobierno en las manos del
que lo hizo y sabe mejor cómo gobernarlo.
Esto no significa que debamos ser
indiferentes e insensibles al gran dolor que hay en todo el mundo. Debemos orar
por las víctimas de tragedias y, cuando tengamos la oportunidad, responder
tangiblemente al alivio de sus sufrimientos. Pero podemos ser compasivos sin cuestionar
a Dios acerca de su gobierno sobre el mundo.
Cuestionar la sabiduría de Dios,
además de ser un acto irreverente, también debilita el espíritu. No sólo
deshonramos su gloria sino que también nos privamos de la tranquilidad y paz que
llega con el sólo hecho de confiar en El sin exigir una explicación. Una
confianza en Dios sin reservas aun cuando no comprendamos lo que está
sucediendo o por qué, es el único camino a la paz, alivio y gozo. Dios quiere
que lo honremos confiando en El, pero también desea que experimentemos la paz y
el gozo que vienen como resultado.
Investigando sobre el tema de la
sabiduría de Dios entre los maestros de siglos anteriores, encontré el
siguiente párrafo, que tan hermosamente resume todo lo que he intentado decir al
respecto. Lo transcribo sin ningún comentario adicional, esperando que éste lo
anime, como lo ha hecho conmigo, para confiar en Dios en todas las
circunstancias, privadas o públicas, y para creer que El está obrando en todas
las cosas para nuestro bien y su gloria.
Debería llenarnos de gozo el
saber que la sabiduría infinita guía los asuntos del mundo donde muchos de sus
eventos están cubiertos de oscuridad y misterio, y a veces parece reinar una
intrincada confusión. Con frecuencia la maldad prevalece y Dios parece haber olvidado
las criaturas que creó. Nuestro camino a través de la vida es oscuro, tortuoso
y rodeado de dificultades y peligros.
Cuán llena de consuelo es la
doctrina que enseña que la sabiduría infinita dirige cada evento, trae orden de
entre la confusión y luz de entre la oscuridad y, a aquellos que aman a Dios,
hace que todas las cosas, ya sea el aspecto presente o la tendencia aparente,
trabajen juntas para bien.