¿Hay Entre Los Ídolos De Las Naciones Quien Haga Llover?¿Y Darán Los Cielos Lluvias? ¿No Eres Tú Jehová, Nuestro Dios? En Ti, Pues, Esperamos, Pues Tú Hiciste Todas Estas Cosas. Jeremías 14:22
En septiembre de 1985, un terremoto
sacudió la ciudad de México dejando cerca de 6.000 personas muertas, y a más de
100.000 sin vivienda. Un amigo mío quiso utilizar el evento para enseñar a sus
pequeños hijos una lección de ciencias muy simple, por lo cual les preguntó:
"¿Saben ustedes qué causó el terremoto?" El había pensado contestar
su pregunta con una sencilla explicación de fallas geológicas y de
desplazamiento de rocas en la corteza terrestre.
Sin embargo, su lección de
sismología pronto se convirtió en una discusión teológica, cuando su hija de
ocho años le respondió: "Yo sé porqué". "Dios estaba juzgando a
esa gente". Aunque la hija de mi amigo había llegado a una conclusión
injustificada acerca del juicio de Dios, en un sentido teológico estaba en lo
correcto. Dios estaba en control del terremoto; ¿por qué permitió que esto
sucediera? es una pregunta que no podemos responder (y no debemos tratar de
hacerlo), pero podemos decir basados en las Escrituras, que Dios, en efecto, lo
permitió o hizo que ocurriera.
DIOS CONTROLA EL ESTADO DEL TIEMPO
Todos nos hemos visto afectados
por el estado del tiempo y las fuerzas de la naturaleza, en diferentes
oportunidades, de una u otra forma. La mayoría de las veces, el tiempo nos causa
inconvenientes; por ejemplo, un vuelo retrasado, un paseo cancelado o algo
similar.
Con frecuencia, la gente en algún
lugar, se ve seriamente afectada por el estado del tiempo y por las más
violentas fuerzas de la naturaleza. Una prolongada sequía dañará la cosecha del
campesino o, una granizada la destruirá en una hora. Un tornado en Texas deja
cientos de personas sin vivienda, y un tifón en Bangladesh arruina miles de
hectáreas de cosecha.
Cuando somos afectados por el
estado del tiempo, bien sea por un simple inconveniente o por un desastre
mayor, tendemos a considerarlo tan sólo como una expresión impersonal de ciertas
leyes establecidas, meteorológicas o geológicas. Un sistema de baja presión cae
sobre mi ciudad, causando una terrible nevada y cerrando el aeropuerto, el día
que debo viajar a un compromiso ministerial. Fuerzas dentro de la tierra doblan
continuamente su corteza hasta que ésta cede causando un gran terremoto.
Ya sea algo insignificante o traumático
tendemos a pensar en las expresiones de la naturaleza como "algo que
sucede", y nosotros como las "desafortunadas" víctimas de lo que
ella depara. En la práctica, aun los cristianos tienden a vivir y a pensar como
los deístas que mencioné en un capítulo anterior, los cuales concebían a Dios
como el Creador del universo que después lo dejó para que se rigiera según sus
propias leyes naturales.
Pero Dios no dejó el control
diario de su creación, sino estableció leyes físicas para gobernar las fuerzas
de la naturaleza, que operan continuamente de acuerdo con su soberana voluntad.
Un meteorólogo cristiano de televisión, ha determinado que hay cerca de 1.400
referencias a la terminología climatológica en la Biblia, muchas de las cuales atribuyen
todos los fenómenos del tiempo, directamente a la mano de Dios.
La mayoría de estos pasajes
hablan del control de Dios sobre todo el tiempo, y no sólo de una intervención divina
en ocasiones específicas.
CONSIDERE LOS SIGUIENTES PASAJES:
Debajo de todos los cielos lo
dirige, y su luz hasta los fines de la tierra.
Porque a la nieve dice: Desciende
a la tierra; también a la llovizna, y a los aguaceros torrenciales. Por el
soplo de Dios se da el hielo, y las anchas aguas se congelan. Regando también
llega a disipar la densa nube, y con su luz esparce la niebla. Asimismo por sus
designios se revuelven las nubes en derredor, para hacer sobre la faz del
mundo, en la tierra, lo que él les mande. Unas veces por azote, otras por causa
de su tierra, otras por misericordia las hará venir (Job 37:3,6,10-13).
El es quien cubre de nubes los
cielos, el que prepara la lluvia para la tierra, el que hace a los montes
producir hierba. Da la nieve como lana, y derrama la escarcha como ceniza. Echa
su hielo como pedazos; ante su frío, ¿quién resistirá? Enviará su palabra, y
los derretirá; soplará su viento, y fluirán las aguas (Salmos 147:8,16-18).
A su voz se produce muchedumbre
de aguas en el cielo, y hace subir las nubes de lo postrero de la tierra; hace
los relámpagos con la lluvia, y saca el viento de sus depósitos (Jeremías
10:13).
También os detuve la lluvia tres
meses antes de la siega; e hice llover sobre una ciudad, y sobre otra ciudad no
hice llover; sobre una parte llovió, y la parte sobre la cual no llovió, se
secó (Amós 4:7).
Note cómo todos estos pasajes
atribuyen las manifestaciones del tiempo, buenas o malas, al control directo de
la mano de Dios.
Las compañías de seguros se
refieren a los grandes desastres naturales como "actos de Dios".
La verdad es que todas las
expresiones de la naturaleza, todos los acontecimientos del tiempo, ya sea un
devastador tornado, una fina lluvia o un día primaveral, son actos de Dios. La
Biblia nos enseña que Dios controla todas las fuerzas de la naturaleza, tanto
las destructivas como las productivas, en una forma continua.
Sea el tiempo bueno o malo, no
somos las víctimas o los beneficiarios de los poderes impersonales de la
naturaleza. Dios, que es el Padre amoroso y celestial de todo verdadero cristiano,
es soberano sobre el tiempo, y ejerce su soberanía en todo momento. Como G. C. Berkouwer
dijo: "El creyente no es nunca la víctima de las expresiones de la
naturaleza o del destino. La casualidad se elimina".
QUEJÁNDOSE O DANDO GRACIAS
Quejarse por el estado del tiempo parece ser
uno de los pasatiempos favoritos de la gente.
Tristemente los creyentes con
frecuencia caemos en este pecaminoso hábito. Pero cuando nos quejamos al
respecto, en realidad, lo hacemos contra Dios quien lo hizo, y por
consiguiente, pecamos contra El (ver Números 11:1).
No sólo pecamos contra Dios
cuando nos quejamos por el estado del tiempo, sino que también nos privamos de
la paz que viene al reconocer que nuestro Padre celestial lo controla.
Alexander Carson dice: "Las Escrituras representan todas las leyes físicas
como si sus efectos provinieran de la acción inmediata del poder omnipotente.
Los cristianos, aunque reconocen
la doctrina de la divina providencia, tienden a desconocerla en la práctica, y
por consiguiente se privan en gran parte de la ventaja que da el constante y profundo
conocimiento de esta verdad . Ya sea que el estado del tiempo sólo interrumpa mis
planes o destruya mi casa, necesito aprender a ver la mano soberana y amorosa
de Dios controlándolo. El hecho es que, para muchos de nosotros, el tiempo y
los efectos de la naturaleza son por lo general favorables. El tornado, la
sequía y hasta la nevada que retrasa nuestro vuelo, son la excepción, no la
regla.
TENDEMOS A RECORDAR EL "MAL"
TIEMPO Y A DAR POR HECHO EL BUENO.
Sin embargo, cuando Jesús habló
acerca del tiempo, lo hizo refiriéndose a la bondad de Dios: "para que
seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol
sobre malos o buenos, y que hace llover sobre justos e injustos" (Mateo
5:45).
Aunque Dios algunas veces usa el
tiempo, y otras manifestaciones de la naturaleza, como un instrumento de juicio
(ver Amós 4:7-9), lo hace con frecuencia más que todo como una expresión de su
gracia provisora para su creación. Tanto el creyente como el que no lo es, se
benefician del clima que Dios por su gracia nos da y, de acuerdo con Jesús,
éste no es sólo el resultado de ciertas leyes inexorables y fijas. Dios
controla esas leyes, hace que el sol brille, y envía la lluvia.
Dios ha establecido ciertas leyes
físicas para el funcionamiento de su universo; sin embargo, éstas operan
momento a momento de acuerdo a su directa voluntad. Una vez más Alexander
Carson lo expone claramente al decir: "El sol y la lluvia proveen alimento
y bienestar tanto al virtuoso como al pecador, no indispensablemente por leyes
generales sino por su inmediata providencia, que al gobernar al mundo desea
obtener este resultado".
COMO CRISTIANOS NO DEBEMOS QUEJARNOS
DEL CLIMA, SINO APRENDER A DAR GRACIAS POR ÉSTE.
Dios nuestro Padre celestial nos
envía cada día lo que El considera más conveniente para toda su creación.
DESASTRES NATURALES
¿Qué pasa con los desastres
naturales que con frecuencia ocurren en varias partes del mundo? Muchos
cristianos sensibles luchan contra los innumerables desastres naturales de gran
magnitud alrededor del mundo. Un terremoto en algún lugar, una hambruna en
otro, tifones y sequías en otros; miles de personas muertas y otras agonizando
lentamente por el hambre; regiones enteras devastadas, cosechas arruinadas, y
hogares destruidos. "¿Por qué permite Dios todo esto?"; "¿por
qué permite que niños inocentes tengan hambre?"
No está mal cuestionarse acerca
de todos estos aspectos, siempre y cuando lo hagamos con actitud reverente y
sumisa hacia Dios. En efecto, el dejar de cuestionar acerca de estas grandes
tragedias, podría indicar una falta de compasión de nuestra parte hacia los
demás.
Sin embargo, debemos tener
cuidado de ni siquiera en pensamiento bajar a Dios de su trono de absoluta
soberanía, y llevarlo al estrado de nuestros juicios. Mientras trabajaba en
este capítulo, una de las principales noticias en la televisión hablaba de
varios poderosos tornados que pasaron por el centro de Misisipi, matando a 7 personas,
hiriendo por lo menos a 145, y dejando cerca de 500 familias sin hogar.
Mientras veía las escenas de la
gente buscando entre los escombros de sus casas, mi corazón estaba con ellos.
Pensé dentro de mí: "Muchas de estas personas sin duda son creyentes, ¿qué
les podría decir acerca de la soberanía de Dios sobre la naturaleza?¿Creo yo
realmente en un momento como este?¿No sería más fácil aceptar únicamente la
afirmación del rabino Kushner de que es simplemente un acto de la
naturaleza?¿Una naturaleza moralmente ciega que se agita con violencia
siguiendo sus propias leyes?¿Por qué involucrar a Dios en un caos y sufrimiento
como este?"
Pero Dios interviene en estos
eventos, como lo dice en Isaías 45:7: "Que formo la luz y creo las
tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo
esto". Dios mismo acepta la responsabilidad, por así decir, sobre los
desastres, y hoy más que aceptar la responsabilidad, la reclama. En efecto, El
dice: "Yo y solamente yo tengo el poder y la autoridad de traer tanto la
prosperidad como la adversidad, el bienestar y la aflicción, el bien y el mal.
Esta es una verdad difícil de aceptar cuando usted ve a la gente buscando entre
los escombros lo que fueron sus hogares o, peor aún, si usted es uno de ellos.
Pero como dijo el fallecido
Edward J. Young sobre Isaías 45:7: "Nosotros no ganamos nada al tratar de
minimizar la fuerza de este versículo. Debemos dejar que la Biblia diga lo que
tiene que decir, no lo que creemos que debería decir.
Obviamente, no entendemos por qué
Dios crea u n desastre o por qué hace que suceda en una ciudad y no en otra.
También reconocemos que así como envía su sol y lluvia tanto a los justos como
a los injustos, también envía a los dos el tornado, el huracán o el terremoto.
Tenemos amigos y compañeros
miembros del grupo de los Navegantes que estaban en la ciudad de México en 1985
durante el terremoto. La soberanía de Dios sobre la naturaleza no significa que
los cristianos nunca se encuentren en las tragedias o desastres naturales, pues
la experiencia y la observación nos demuestran claramente, todo lo contrario.
La soberanía de Dios sobre la
naturaleza significa que lo que suframos por el clima u otras fuerzas de ello
(enfermedades en las plantas o plagas en nuestras cosechas), todos los sucesos
están bajo el vigilante, soberano y absoluto control de nuestro Dios.
AFLICCIONES FÍSICAS
La enfermedad y las aflicciones
físicas son otra á reí en la cual nos cuestionamos acerca de Dios. Nacen bebes
con grandes defectos, y el cáncer golpea personas que aparentemente han hecho
todo lo posible para protegerse de él, y otros experimentan dolores continuos durante
años, sin ningún alivio médico. Incluso aquellos que tienen una salud normal y fuerte,
algunas veces se enferman en los momentos más inoportunos. ¿Es Dios soberano sobre
este aspecto de la naturaleza?¿Tiene ('I control de las enfermedades y las
dolencias físicas quo nos afectan?
Cuando Dios llamó a Moisés para
que sacara a los israelitas de Egipto, éste discutió su ineptitud argumentando
ser lento para hablar. La respuesta de Dios es muy instructiva para nosotros en
este aspecto de aflicción física, porque El dijo: "¿Quién dio la boca al
hombre?
¿O quién hizo al mudo y al sordo,
al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová?" (Ex. 4:11).
Notemos que aquí Dios atribuye
específicamente a su acción las aflicciones físicas de sordera, mudez y
ceguera, las cuales no son sólo el producto de genes defectuosos o de accidentes
de nacimiento. Estas cosas pueden en efecto, ser las causas inmediatas, pero detrás
de ellas se encuentra el propósito soberano de Dios. El doctor Donald Grey Barnhouse,
uno de los grandes maestros de la Biblia de mediados del siglo XX, dijo una vez:
"No hay persona ciega o sorda en este mundo que Dios no haya planeado que
lo fuera.
Si no lo cree, tiene un Dios
extraño con un universo que se ha salido de su dirección y que no puede
controlar.
Cuando Jesús encontró a un hombre
ciego de nacimiento, sus discípulos le preguntaron:
"Rabí, ¿quién pecó, éste o
sus padres, para que haya nacido ciego?" (Juan 9:2). Jesús respondió:
"No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten
en él" (v. 3). Jesús no dijo que la causa de la ceguera de este hombre,
fuese solamente un defecto de nacimiento sino que sucedió en el plan de Dios,
para que El pudiese ser glorificado.
Dios tenía el control de la
ceguera de aquel hombre.
Este Dios es el Dios de la
sordera, de la mudez y la ceguera; también es el Dios del cáncer, la artritis,
el síndrome de Down y todas las demás aflicciones que tenemos nosotros o
nuestros seres queridos. Ninguna de estas circunstancias "simplemente
sucedieron", sino que todas hacen parte del deseo soberano de Dios. Tal
afirmación nos lleva directamente al problema del dolor y del sufrimiento.
¿POR QUÉ UN DIOS SOBERANO QUE NOS AMA
NOS CAUSA DOLOR Y AFLICCIÓN?
La respuesta a esta pregunta está
más allá del alcance de este libro. Brevemente, creemos que toda la creación
está sujeta a la frustración causada por el pecado de Adán (Ro. 8:20).
Así que podemos decir, que la
causa principal de todo dolor y sufrimiento debe buscarse en la caída. Las
heridas y el dolor de Dios no son arbitrarios o caprichosos sino su respuesta decidida
al pecado del hombre. Su soberanía que sujeta toda la creación a la
frustración, aún rige sobre el dolor. Todas las leyes de la genética y la
enfermedad están bajo su control, como lo están las leyes de la meteorología.
Mi propósito no es tratar teológicamente los problemas del dolor, sino
ayudarnos a tratarlos al nivel de la fe y seguridad en Dios.
Lo primero que tenemos que hacer
para confiar en Dios es determinar si El tiene el control, si es soberano del
área física de nuestras vidas. Si no lo es, si las enfermedades y aflicciones "simplemente
ocurren," entonces, es claro que no hay bases para confiar en El. Pero si
es soberano en esta área, entonces tenemos que confiar en El sin entender todos
los aspectos teológicos involucrados en el problema del dolor.
ESTERILIDAD
Otra área de conflicto, cuando
confiamos en Dios, es la de la esterilidad. Muchas parejas oran durante años
para tener hijos, sin ningún resultado. Sin embargo, aquí una vez más la Biblia
afirma de manera insistente que Dios tiene el control. De Ana se dijo que
"el Señor no le había concedido tener hijos" (1 S. 1:5), mientras le
dio hijos a Lea (Génesis 29:31).
Sara, la esposa de Abraham, dijo
"Jehová me ha hecho estéril" (Génesis 16:2). El ángel del Señor le
dijo a la madre de Sansón antes de su nacimiento: "He aquí que tú eres
estéril, y nunca has tenido hijos, pero vas a concebir y tendrás un hijo"
(Jueces 13:3). El ángel del Señor también le dijo a Zacarías: "Tu oración
ha sido oída, y tu mujer Elisabeth te dará a luz un hijo" (Lucas 1:13).
Todos estos pasajes de las
Escrituras nos enseñan que Dios controla la concepción de los niños. En efecto,
el Salmo 139:13 va un paso más allá cuando dice: "Tú (Jehová) me hiciste en
el vientre de mi madre". Es decir que Dios no sólo controla la concepción,
sino que también supervisa la formación del pequeño en el vientre de su madre.
Dios verdaderamente ejerce un control soberano y amoroso sobre todas las obras
de su creación, incluyendo lo concerniente a nuestros cuerpos físicos.
¿Cómo podemos entonces confiar en
Dios en medio del dolor, la aflicción, la enfermedad, el dolor de la
esterilidad o de un niño que nace con un grave defecto físico? Si El tiene el
control, ¿por qué permite que sucedan estas cosas? En el primer capítulo dije
que con el fin de confiar en Dios en la adversidad debemos creer que es
soberano absoluto, perfecto en amor e infinito en sabiduría. Todavía no hemos
estudiado el amor y la sabiduría de Dios, pero por ahora sólo consideraremos un
pasaje de las Escrituras:
Porque el Señor no desecha para
siempre; antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus
misericordias; porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de
los hombres (Lamentaciones 3: 31-33).
Dios no desea causarnos aflicción
o dolor, y no se deleita al causarnos sufrimiento o pena en el corazón. El
siempre tiene un propósito para traer o permitir que el dolor llegue a nuestras
vidas. La mayoría de veces no conocemos ese propósito, pero es suficiente saber
que su infinita sabiduría y amor perfecto han determinado que el dolor
particular es lo mejor para nosotros. Dios nunca desperdicia el sufrimiento,
sino que lo usa para lograr su propósito, el cual es su gloria y nuestro bien.
Por lo tanto, podemos confiar en El cuando nuestros corazones están dolidos o
nuestros cuerpos atormentados por el dolor.
CONFIAR EN
DIOS EN MEDIO DE NUESTRO DOLOR Y AFLICCIÓN SIGNIFICA QUE LOS ACEPTAMOS DE EL.
Hay una gran diferencia entre la
aceptación y la resignación o sumisión. Nos podemos resignar en las situaciones
difíciles simplemente porque no vemos otra alternativa, y muchas personas lo
hacen todo el tiempo. También nos podemos someter a la soberanía de Dios en
nuestras circunstancias con un cierto grado de renuencia. Pero el aceptar verdaderamente
nuestro dolor y aflicción tiene la connotación de la disposición. Una actitud
de aceptación dice que confiamos en Dios, que El nos ama y sabe qué es lo mejor
para nosotros.
La aceptación no significa que no
oremos por una sanidad física o por la concepción y nacimiento de un pequeño en
nuestro matrimonio. Por supuesto, tenemos que orar por estas cosas, pero
debemos hacerlo con fe. Entendamos que aunque Dios puede hacer todas las cosas
por su infinita sabiduría y razones amorosas, puede no hacer lo que le pedimos.
¿Cómo sabemos cuánto tiempo
debemos orar? Tanto como podamos con fe, con actitud de aceptar su voluntad;
debemos orar mientras el deseo de hacerlo persista.
Mientras escribo este capítulo,
comprendo bien que yo mismo, nunca he experimentado las tragedias acerca de las
que escribo. Nunca me ha sucedido lo del campesino que ve cómo el granizo
destruye su cosecha; ni he buscado entre los escombros de una casa destruida
por un tornado. Nunca he experimentado un dolor físico intenso por mucho tiempo,
ni he sentido el dolor por un hijo nacido con un defecto incurable. Las
dolencias físicas que tengo, como mi sordera parcial o mi problema visual, son
menores comparadas con las de otros. Así que admito que estoy escribiendo más
allá de mi experiencia.
PERO SÉ QUE DIOS NO NECESITA MI
EXPERIENCIA PARA VALIDAR LA VERACIDAD DE SU PALABRA.
El hecho de su control soberano
sobre la naturaleza fue afirmado en su Palabra, mucho antes de que yo
apareciera en escena, y permanecerá mucho después de que yo me haya ido.
Nuestra confianza en Dios debe
basarse, no en las experiencias de otros, sino en lo que Dios nos dice sobre sí
mismo en su Palabra.
Hace cientos de años, el profeta
Habacuc viendo todo el mal a su alrededor, se atormentó con la pregunta:
"¿Dónde está Dios?" Finalmente, llegó a la conclusión de que aunque
no entendía lo que Dios estaba haciendo, confiaría en El. Su afirmación de
confianza puesta en el idioma de un mundo desmoronándose a su alrededor, sería
un perfecto ejemplo que deberíamos seguir, cuando tratamos de entender la
soberanía de Dios sobre la naturaleza.
HABACUC DIJO:
Aunque la higuera no florezca, ni
en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no
den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en
los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová y me gozaré en el Dios de mi
salvación (Hab. 3:17-18).