"Y Dijo: Jehová Dios De Nuestros Padres, ¿No Eres Tú Dios En Los Cielos, Y Tienes Dominio Sobre Todos Los Reinos De Las Naciones? ¿No Está En Tu Mano Tal Fuerza Y Poder, Que No Hay Quien Te Resista?" 2 Crónicas 20:6
En un sermón titulado "La
Providencia de Dios", C. H. Spurgeon expresó: "Una vez Napoleón oyó
decir: El hombre propone y Dios dispone. `Ah', dijo Napoleón, `pero yo propongo
y también dispongo'. ¿Cómo cree usted que él propuso y dispuso? Se propuso invadir
a Rusia, y apropiarse de toda Europa. Procuró destruir ese poder; pero, ¿cómo regresó?
¿Cómo lo dispuso? Regresó solo, su poderoso ejército pereció y se acabó. Debido
al hambre se devoraron unos a otros. El hombre propone y Dios dispone".'
Siguiendo la soberanía de Dios a
través de la Biblia, una de las referencias más frecuentes a ésta, se relaciona
con su control sobre las naciones y gobiernos. Sin pretender hacer una lista
exhaustiva, encontré casi cuarenta referencias acerca del gobierno de Dios
sobre las naciones. Dios es el Señor sobre toda la historia de la humanidad, y
está desarrollando todos los detalles de ella, como dijo Pablo en Efesios 1:11:
"conforme al propósito del que hace todas las cosas"... Es decir,
Dios realiza todos los eventos de la historia. Todas las decisiones de los
gobernantes, reyes y parlamentos; todos los actos de sus gobiernos, ejércitos y
marina sirven a su voluntad.
UN ASPECTO IMPORTANTE
En términos de confianza en Dios
acerca de su soberanía sobre las naciones esta puede, a primera vista, parecer
teórica, y estar lejos de nosotros. En el Occidente, por lo general, no estamos
conscientes de las acciones del gobierno afectando nuestras vidas día a día.
Las leyes de la tierra, en su mayoría son razonables y nos favorecen. Vivimos
cada día ajenos a la gran cantidad de leyes y decisiones gubernamentales que
nos afectan.
Sin embargo, para la mayoría del
mundo, la soberanía de Dios sobre los poderes que nos gobiernan es un aspecto
crucial. Es común decir que más cristianos han sido martirizados por su fe en
el siglo XX, que durante todo el resto de la historia de la Iglesia. Hoy los cristianos
son vistos desfavorablemente en gran parte del mundo, y en muchos países enfrentan
una abierta persecución de los gobiernos hostiles.
La libertad de practicar públicamente
el cristianismo bíblico, siendo algo normal en muchos países del occidente, no
es asequible para más de la mitad de la población mundial. Para los cristianos
que viven en esos países, la seguridad de que Dios manda sobre los gobiernos
que los rigen les debería dar valor y confianza en los momentos de
hostigamiento y persecución.
Los que vivimos en países donde
hay libertad religiosa, con frecuencia deberíamos dar gracias a Dios por esa
libertad, puesto que no es un accidente de la historia debido solamente a la
previsión de nuestros padres fundadores, sino la mano soberana de Dios trabajando
en y a través de los gobiernos. No debemos tomar esa libertad como algo seguro.
Alexander Carson lo enuncio bien cuando dijo: "Puesto que Dios puede
proteger a su pueblo bajo el más grande despotismo, así la mayor libertad civil
no es segura para éste sin la protección inmediata de su poderoso ejército. Me
temo que los cristianos en este país tienen también más confianza en las
instituciones políticas... que en el gobierno de Dios".
No sólo nos afecta la libertad
religiosa, sino que también nuestras vidas se ven afectadas diariamente por las
decisiones de los cuerpos legislativos y funcionarios del gobierno. Las instituciones
gubernamentales en todos los niveles nos dicen cada vez más lo que debemos y no
debemos hacer. En algunas oportunidades, tales decisiones son aparentemente, convenientes;
y en otras somos ajenos a ellas.
Algunas veces son decisiones
acertadas, por lo menos desde nuestro punto de vista; pero otras no lo son. En
todas las épocas, esas decisiones, convenientes o no, buenas o malas, están
bajo el control de nuestro soberano Dios en quien deberíamos poner nuestra
confianza, y no en los poderes decisorios de políticos, funcionarios del
gobierno e incluso de las cortes supremas.
Un cristiano iraní escribió hace
años, acerca de un decreto que su gobierno emitió para cerrar todas las
escuelas primarias extranjeras, el cual afectaba la institución cristiana donde
él estudiaba. El rector se dirigió al gobierno y obtuvo permiso para que su institución
permaneciera abierta temporalmente, y así los estudiantes de quinto y sexto
grado pudieran terminar su educación primaria allí. Para nosotros este no es un
hecho muy significativo, pero para un país musulmán era en realidad poco usual
permitir que una escuela cristiana siguiera funcionando mientras las otras
estaban cerradas. Entonces, ¿por qué se otorgó tal permiso?
Este hombre escribió:
"Pienso que estaba en el plan de Dios que se otorgara este permiso, para
que yo pudiera terminar mi educación primaria en una escuela cristiana. ¿No es
lo correcto para un cristiano mirar a la historia, y ver la mano de Dios en
todos los acontecimientos conformando el modelo de vida de las naciones y los
individuos?"
Este hermano iraní tenía una
percepción correcta de la soberanía de Dios en los decretos y decisiones de los
gobiernos. El vio su mano controlando los asuntos de los gobiernos y por medio
de éstos nuestros asuntos como individuos. En el capítulo cuatro vimos que Dios
es soberano en los corazones de las personas, cuyas decisiones y acciones nos
afectan. De la misma manera El es soberano en las decisiones y acciones del
gobierno cuando éstas nos atañen. Como Margaret Clarkson escribió: "Dios
es el Señor de la historia humana y de la historia personal de cada miembro de
su familia redimida". No podemos separar la historia de una nación y la de
su gente.
LA SOBERANÍA NO SIEMPRE ES MANIFIESTA
El hecho de que Dios es soberano
sobre nuestros gobernantes, no siempre es evidente, cuando vemos sus decisiones
y acciones desde un punto de vista humano. Los funcionarios gubernamentales y
cuerpos legislativos realizan en gran parte su trabajo muy lejos de cualquier
deseo de cumplir la voluntad de Dios. Esto lo podemos ver ampliamente en la vida
y muerte del Señor Jesucristo.
César Augusto promulgó un decreto
ordenando efectuar un censo, lo cual hizo que José y María tuvieran que ir a
Belén para registrarse, justo en el momento en que el Mesías nacería,
cumpliéndose así la profecía de Miqueas (Miqueas 5:2). En realidad, César no pretendió
ser un instrumento para cumplir alguna profecía judía, pero eso exactamente fue
lo que sucedió.
Mateo registra varios ejemplos en
los primeros años de la vida de Jesús, donde la acción gubernamental lo afectó
directamente. En cada uno de ellos hace la observación de que a través de esas
acciones se cumplieron ciertas profecías (ver Mateo 2:14-15,17-18,21-23).
En cada caso, las personas se
involucraron libremente, haciendo lo que querían, aunque en todos obraron
exactamente como Dios lo había planeado.
En la oración de los apóstoles
que narra Hechos 4, ellos dijeron con respecto a la muerte de Jesús:
Porque verdaderamente se unieron
en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio
Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu
consejo habían antes determinado que sucediera (Hechos 4:27-28, énfasis del
autor).
Es obvio que Herodes, Pilato y
los líderes judíos hicieron exactamente lo que quisieron; sin embargo, obraron
como Dios había planeado que lo hicieran. Lo que Salomón dice en Proverbios
16:9: "El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos",
se aplica a los hombres cuando actúan no sólo de acuerdo a sus capacidades en privado,
sino también como funcionarios y gobernantes de las naciones.
John Newton (1725-1807),
comerciante de esclavos convertido, ministro anglicano y autor del conocido
himno "Maravillosa Gracia", escribió:
Los reyes de la tierra están
frecuentemente entorpeciendo al mundo con sus esquemas de ambición. Esperan
llevar todo ante sí, y rara vez tienen un fin más alto que la gratificación de
sus propias pasiones. Pero en resumen lo que son y lo que hacen es ser siervos
del gran Rey y Señor, y cumplir sus propósitos, como instrumentos que El emplea
para infligir el castigo prescrito a los transgresores, o abrir el camino para
extender su evangelio.
ELLOS TIENEN UN OBJETIVO; EL, POR
SUPUESTO, TIENE OTRO.
Aunque no podemos percibir la
mano de Dios en los asuntos de las naciones, como lo vemos hoy, su gobierno no
es menos soberano hoy de lo que fue en la época de los profetas o apóstoles. El
profesor Berkouwer de nuevo nos ayuda diciendo:
Esto no significa que el trabajo
de Dios siempre es evidente en la relación de la actividad divina y humana... sin
embargo, es impresionante observar con qué frecuencia el propósito de Dios es
alcanzado sin intervención radical.
Aparentemente, puede que no se
vea nada, excepto la actividad humana creando y definiendo la historia en un
nivel horizontal.
Es sólo en la revelación de la
Biblia que vemos la mano de Dios gobernando, y guiando las actividades de las
naciones y sus efectos en su pueblo. Los eventos que Mateo registró en el
cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento ocurrieron como resultado
de decisiones humanas y fueron desarrollados en el curso de circunstancias
corrientes. Si no fuera por el inspirado comentario de Mateo, no tendríamos más
razones para ver la mano soberana de Dios en esos sucesos de lo que la vemos en
los acontecimientos más mundanos que aparecen en nuestros periódicos.
Siendo esto cierto, entonces, de
igual manera deberíamos ver en las noticias que aparecen en los periódicos, la
mano soberana de Dios de la misma manera que la vemos en la Biblia.
Claro está que no tenemos la ventaja
de la explicación divinamente revelada de los eventos actuales, como los
registrados en la Biblia, pero eso no hace el gobierno soberano de Dios menos
cierto hoy. Dios registró en su Palabra ejemplos concretos de su gobierno
soberano sobre la historia a fin de que podamos confiar en El para los asuntos
de ésta como la vemos.
Deberíamos recordar que para
quienes vivieron los eventos registrados en la Biblia, la mano de Dios no
estaba más manifiesta en tales eventos de lo que está hoy para nosotros.
DIOS ELIGE A LOS GOBERNANTES
Al volver a las Escrituras para
determinar su enseñanza sobre la soberanía de Dios en las naciones, hay ciertas
verdades específicas que se destacan. Primera: Dios en su soberanía ha
establecido el gobierno para el bien de toda la gente, creyente o no creyente. "porque
no hay autoridad sino de parte de Dios... porque (el gobernante) es servidor de
Dios para tu bien" (Romanos 13:14). Admitir la afirmación, "porque el
gobernante es servidor de Dios para tu bien", parece difícil cuando vemos
algunos de nuestros hermanos en Cristo perseguidos y tal vez ejecutados por su
compromiso cristiano.
De nuevo, deberíamos tener presente
que Dios en su infinita sabiduría y soberanía, y por razones que sólo El
conoce, permite a los gobernantes actuar en contra de su voluntad revelada.
Pero las acciones malévolas de aquellos gobernantes contra los hijos de Dios,
nunca van más allá de los límites de su voluntad soberana. También deberíamos
recordar que El trabaja en la historia desde una perspectiva eterna, mientras
que nosotros tendemos a hacerlo desde una perspectiva temporal.
Puesto que Dios ha nombrado a los
gobernantes para nuestro bien, y porque El gobierna soberanamente sobre sus
acciones, deberíamos orar porque ellos gobiernen para nuestro bien. Pablo
exhorta a que se ore..."por los reyes y por todos los que están en
eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y
honestidad" (1 Ti. 2:1-2).
La oración es la expresión más
evidente de confianza en Dios. Si confiáramos en El para pedir por nuestros
hermanos perseguidos en otros países, deberíamos ser diligentes en la oración por
sus gobernantes. Si confiáramos en El cuando las decisiones de nuestro gobierno
fueran en contra de los mejores intereses, deberíamos orar para que El obre en
los corazones de aquellos funcionarios y legisladores que toman esas
decisiones. La verdad de que el corazón del rey está en las manos del Señor
debe ser un estímulo a la oración y no a una actitud fatalista.
Segundo, vemos que además de
establecer el gobierno, Dios determina quién manda en ellos. "El Altísimo
gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye
sobre él al más bajo de los hombres" (Daniel 4:17 ver también el v 32).
Cuando consideramos a algunos de esos malvados tiranos y dictadores que han
reinado, así como a algunos tontos y débiles que han ocupado altas posiciones,
aun en este siglo, nos sorprendemos de saber que ellos lo han hecho bajo la
soberana voluntad de Dios.
Pues la Escritura lo dice. Nuevamente,
debemos ver esta verdad desde la perspectiva eterna de Dios. El Salmo 76:10, en
la versión Reina Valera, dice: "Ciertamente la ira del hombre te alabará;
tú reprimirás el resto de las iras". Aunque versiones más recientes varían
con relación a esa interpretación, es una verdad que está apoyada en toda la
Escritura. Dios permitirá a las personas, ya sean tiranos con voluntad recia o
políticos débiles, hacer sólo lo que al final resulte para su gloria. Cómo
contribuyen el pecado y el mal a la gloria de Dios, es un misterio, pero es una
verdad afirmada a lo largo de la Escritura.
Así como Dios determina quién
gobierna en las naciones, también determina su duración de gobierno. Isaías
40:23-24 dice:
El convierte en nada a los
poderosos, y a los que gobiernan la tierra hace como cosa vana. Como si nunca
hubieran sido plantados, como si nunca hubieran sido sembrados, como si nunca
su tronco hubiera tenido raíz en la tierra; tan pronto como sopla en ellos se
secan, y el torbellino los lleva como hojarasca.
Esto lo vemos más claramente
ilustrado en la vida del poderoso monarca de Babilonia, Nabucodonosor, quien en
la cima de su poder perdió la razón, fue separado de su pueblo, y comió pasto
como ganado. Siete años más tarde volvió en sí y sus consejeros y nobles lo buscaron,
y fue restaurado a su trono convirtiéndose en un rey aún más fuerte que antes (ver
Daniel 4:33-36). Del monarca más grande de su tiempo, al loco viviendo como una
bestia salvaje, hasta el gobernante aún más poderoso, transcurrieron sólo siete
años.
Esta es una serie de eventos que
sólo podrían ser dirigidos por un Dios soberano. Y el Dios que gobernó
absolutamente la vida y riquezas del monarca más poderoso de ese tiempo,
todavía gobierna en las riquezas y destinos de los gobiernos hoy. Ningún
régimen o dictador es tan poderoso como para estar por encima del dominio de la
autoridad soberana de Dios sobre todas las naciones de la tierra.
DIOS CONTROLA LAS DECISIONES
Dios no sólo decide quién
gobierna, sino también dirige las determinaciones que ellos toman. Proverbios
16:33 dice: "La suerte se echa en el regazo; mas de Jehová es la decisión de
ella". La práctica de echar la suerte se usó con frecuencia para decidir
importantes asuntos del estado. Se seleccionaban los funcionarios, se señalaban
las funciones, se escogían fechas y se resolvían las disputas echando la suerte
(1 Crónicas 24:5; Ester 3:7; Proverbios 18:18; Lucas 1:9). El rey de Babilonia
definió la estrategia militar echando la suerte (Ezequiel 21:18-22). Y Salomón
nos dice que toda decisión de echar la suerte venía de Dios, es decir, Dios
controlaba la determinaciones que los reyes y funcionarios del gobierno tomaban
por medio de este método.
No todas las decisiones en los
tiempos bíblicos se tomaron echando la suerte. Algunas se tomaron, como se hace
con frecuencia hoy en día, después de oír la opinión y el consejo de otros. En
estos casos, Dios gobierna en el consejo dado, y en la medida en que éste es recibido
y aceptado para que su voluntad soberana siempre se cumpla.
DOS EJEMPLOS REGISTRADOS EN EL ANTIGUO
TESTAMENTO LO CONFIRMAN.
Absalón el hijo de David, se
rebeló contra su padre, y como resultado, David y algunos de sus fieles
seguidores tuvieron que huir a Jerusalén. Uno de los consejeros de confianza de
David, Ahitofel, había participado en la conspiración con Absalón. Al buscar
cómo consolidar su éxito inicial, Absalón buscó primero el consejo de Ahitofel,
y luego de otro consejero Husai, quien secretamente seguía siendo fiel a David.
Después de escuchar un consejo
contradictorio de Ahitofel y Husai, Absalón y sus hombres escogieron el consejo
de Husai, quien secretamente pretendía favorecer a David.
El relato de la Escritura acerca
de este incidente nos dice: "Y el consejo que daba Ahitofel en aquellos
días, era como si se consultase la Palabra de Dios. Así era todo consejo de Ahitofel,
tanto con David como con Absalón" (2 Samuel 16:23). Pero Absalón escogió seguir
el consejo de Husai en lugar de seguir el de Ahitofel. ¿Por qué? La Escritura
dice:
"Porque Jehová había ordenado
que el acertado consejo de Ahitofel se frustrara, para que Jehová hiciese venir
el mal sobre Absalón" (2 Samuel 17:14). Por lo tanto, podemos ver que el
consejo que Ahitofel dio en esa ocasión era bueno, pero Absalón prefirió desconocerlo
porque Dios hizo que así fuera.
Un evento similar ocurriría en la
vida del nieto de David, Jeroboam. Cuando llegó al trono, los hombres de Israel
le pidieron disminuir la servidumbre y quitarles el pesado yugo que Salomón, su
padre, había puesto sobre ellos. Jeroboam consultó primero a los ancianos, quienes
habían servido a su padre, y le aconsejaron dar al pueblo una respuesta
favorable.
Pero Jeroboam rehusó el consejo
de los ancianos y consultó a los jóvenes que habían crecido con él, quienes le
aconsejaron responder al pueblo con hostilidad, y como resultado surgió la
rebelión de diez tribus de Israel contra Jeroboam, dividiendo así el reino.
¿Por qué Jeroboam toma una
decisión tan loca? La Escritura dice: "Y no oyó el rey al pueblo; porque
era designio de Jehová para confirmar la palabra que Jehová había hablado"
(1 R. 12:15). Se tomaron dos decisiones absurdas, y en los dos ejemplos el
consejo acertado fue rechazado y se siguió el dañino y tonto. Los dos ejemplos
se atribuyen a la obra soberana de Dios guiando las mentes de los reyes para
cumplir su voluntad.
¿Qué observaciones podemos hacer
de estos eventos registrados en la Escritura? Dios puede y obra en los
corazones y mentes de los gobernantes y funcionarios para cumplir su propósito
soberano. Sus corazones y mentes están bajo el control de Dios, así como las leyes
físicas e impersonales de la naturaleza. Pero todas las decisiones son tomadas libremente,
por lo general, sin ningún pensamiento o consideración acerca de la voluntad de
Dios.
En segundo lugar, podemos
observar que algunas veces Dios hace que los líderes o funcionarios del
gobierno tomen decisiones equivocadas para juzgar a una nación.
Alexander Carson dijo: "¿Por
qué la insensatez prevalece con frecuencia sobre la sabiduría, en los consejos
de los príncipes y en las casas de los legisladores?" Dios ha ocasionado
el rechazo al buen consejo para traer sobre las naciones la venganza que sus
crímenes reclaman bajo el cielo. Dios gobierna el mundo por providencia, no por
milagro. Fíjense en ese notable senador que se levanta y demuestra sus amplios
conocimientos.
Pero si Dios ha determinado
castigar a la nación, algún hábil charlatán especulador impondrá sus sofismas en
la más sagaz asamblea". En el momento mientras escribo este libro, el
gobierno de los Estados Unidos acaba de tomar lo que parece una serie de
decisiones increíblemente torpes e ingenuas en el campo de negocios
extranjeros. Visto a la luz de la explotación moral decadente de nuestra
sociedad americana, uno no puede menos que preguntarse si esto es evidencia del
juicio de la mano de Dios sobre nuestra nación. Si es así, tanto los creyentes como
los incrédulos sufrirán las consecuencias de dichas decisiones. Históricamente,
Dios no ha desperdiciado la justicia cuando juzga una nación aunque está bien
capacitado para hacerlo, si así lo decide, ver Éxodo 9:5-7.
Si a estas decisiones
aparentemente insensatas se les permite seguir su curso y los creyentes son
atrapados en sus desastrosas consecuencias, entonces debemos seguir confiando
en Dios aun en los tiempos adversos, y creer que El tiene el control soberano
de ellos, y que tampoco se ha olvidado del cuidado y bienestar de sus hijos en
estas circunstancias.
En tercer lugar, como hemos
observado anteriormente en este capítulo, deberíamos tomar más en serio la
responsabilidad de orar por los líderes de nuestro gobierno para que tomen decisiones
acertadas y sabias. Aunque podemos suponer que algunas de las más desastrosas decisiones
son evidencia del juicio de Dios, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que El nos
ha exhortado a orar por los líderes. Nuestra obligación, entonces, es orar por resoluciones
sabias, pero confiar en El cuando las que se tomen sean necias o malas.
DIOS DETERMINA LAS VICTORIAS MILITARES
Además de gobernar en las
decisiones de las autoridades, Dios también lo hace en las victorias y derrotas
entre naciones en el campo de batalla. La verdad establecida en Proverbios
21:31 "El caballo se alista para el día de la batalla; mas Jehová es el
que da la victoria", es una de las verdades que con más frecuencia se
establece acerca de la soberanía de Dios en todo el Antiguo Testamento.
Considere algunos de los siguientes pasajes, de muchos que pudieron haber sido
seleccionados (énfasis del autor).
Y Jehová dijo a Gedeón: El pueblo
que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no
sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado.
Ahora, pues, haz pregonar en
oídos del pueblo, diciendo: Quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase
desde el monte de Galaad.
Y los trescientos tocaban las
trompetas; y Jehová puso la espada de cada uno contra su compañero en todo el
campamento. Y el ejército huyó hasta Bet-sita, en dirección de Zerera, y hasta
la frontera de Abel-mehola en Tabat (Jueces 7:2-3,22).
Dijo, pues, Jonatán a su paje de
armas: Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá haga algo
Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con
pocos.
Y hubo pánico en el campamento y
por el campo, y entre toda la gente de la guarnición; y los que habían ido a
merodear, también ellos tuvieron pánico, y la tierra tembló; hubo, pues, gran
consternación.
Y juntando Saúl a todo el pueblo
que con él estaba, llegaron hasta el lugar de la batalla; y he aquí que la espada
de cada uno estaba vuelta contra su compañero, y había gran confusión (1 Samuel
14:6, 15,20).
Vino entonces el varón de Dios al
rey de Israel, y le habló diciendo: Así dijo Jehová: Por cuanto los sirios han
dicho: Jehová es Dios de los montes, y no Dios de los Valles, yo entregaré toda
esta gran multitud en tu mano, para que conozcáis que yo soy Jehová.
Siete días estuvieron acampados
los unos frente a los otros, y al séptimo día se dio la batalla; y los hijos de
Israel mataron de los sirios en un solo día cien mil hombres de a pie (1 Reyes
20:28-29).
Naamán, general del ejército del
rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima,
porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre
valeroso en extremo, pero leproso (2 Reyes 5:1).
Y cuando miró Judá, he aquí que
tenía batalla por delante y a las espaldas; por lo que clamaron a Jehová, y los
sacerdotes tocaron las trompetas. Entonces los de Judá gritaron con fuerza; y
así que ellos alzaron el grito, Dios desbarató a Jeroboam y a todo Israel
delante de Abías y de Judá; y huyeron los hijos de Israel delante de Judá, y
Dios los entregó en sus manos (2 Crónicas 13:14-16).
Debido a esta clara afirmación de
la soberanía de Dios en la guerra, nosotros como cristianos deberíamos poner
nuestra confianza en El, y no en los armamentos de nuestras naciones. Como el
Salmo 20:7 dice: "Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; mas nosotros
del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria". O como otro Salmo dice:
"El rey no se salva por la multitud de ejércitos, ni escapa el valiente
por la mucha fuerza. Vano para salvarse es el caballo; la grandeza de su fuerza
a nadie podrá librar" (Sal. 33:16-17).
Para expresar de nuevo estas
verdades acerca de los Salmos, en lenguaje moderno podríamos decir:
"Algunos confían en explosivos nucleares y grandes ejércitos, pero nosotros
confiamos en Dios, porque ningún país se salva por la medida de sus fuerzas militares
o el poder de su armamento. Por el contrario, la victoria viene de Dios".
El debate entre los políticos
acerca de la cantidad de arsenal nuclear y el número de portaviones y
submarinos que nuestra marina debería tener es, en cierto sentido, de poca importancia,
puesto que las dos partes están confiando eventualmente en la fuerza militar.
LA ÚNICA DIFERENCIA ES EN CUÁNTO SE
NECESITA.
Sin embargo, el cristiano siempre
debe confiar en Dios, no en ninguna fuerza militar.
Esto no quiere decir que nuestro
país se deberá deshacer de todo su armamento y personal militar, buques y
tanques, sino que no deberíamos confiar en ellos. El salmista dijo: "Porque
no confiaré en mi arco, ni mi espada me salvará" (Sal. 44:6). El no
confiaba en su arco o espada pero tampoco se deshacía de ellos. Reconoció que
el ejército debe luchar, pero que Dios da la victoria en la guerra a quien
quiere.
En Isaías 5, al final de una
serie de ayes pronunciados al malvado Judá, el profeta predice la invasión que
vendría del ejército asirio, en respuesta al llamamiento que Dios
"silbará" (v 26). Isaías describe la condición de este ejército de
siempre estar dispuesto en los siguientes términos "Alzará pendón a
naciones lejanas, silbará al que está en el extremo de la tierra; y he aquí que
vendrá pronto y velozmente.
No habrá entre ellos cansado, ni
quien tropiece; ninguno se dormirá, ni le tomará sueño; a ninguno se le
desatará el cinto de los lomos, ni se le romperá la correa de sus
sandalias" (vs. 26-27). Luego agrega una afirmación más sorprendente:
"Ni se le romperá la correa de sus sandalias" (v 27). En un lenguaje
moderno diríamos "ni un simple cordón (de cualquier soldado) se
romperá".
Vemos en esta declaración no sólo
la afirmación del absolutismo de la soberanía de Dios, sino también la
totalidad con que ella entra hasta el más mínimo detalle. Nada es al azar, ni siquiera
el daño de la correa de una sandalia o el cordón de un zapato. Todos hemos escuchado
la antigua afirmación: "Por querer una puntilla se perdió una herradura;
por querer una herradura, se perdió un caballo; por querer un caballo, se
perdió un jinete; por querer un jinete, se perdió una batalla". Los
detalles son importantes, y Dios es igualmente soberano sobre ellos como lo es
en "todo el panorama". En Isaías 5, el profeta nos asegura que en la
soberanía de Dios sobre la batalla, la puntilla perdida que en últimas lleva a
la derrota, no se extraviará. La victoria pertenece al Señor y a la nación que
El escoge.
Por la soberanía de Dios en la
guerra, también podemos tener valor ante una amenaza de un holocausto nuclear,
puesto que éste no puede suceder aparte de su soberana voluntad.
Obviamente, como ninguno de
nosotros conoce su soberana voluntad al respecto, no podemos excluir la
posibilidad de una extensa destrucción nuclear, pero lo que sí podemos excluir
es la posibilidad de que esta suceda solamente por la mano incontrolada de
algún tirano loco o algún oficial militar desconocido, puesto que Dios controla
tanto la mano del uno como del otro.
Como cristianos no deberíamos
caer en la ansiedad nuclear de nuestros días. Por el contrario, deberíamos
confiar en el control soberano de Dios, y pedirle protección ante un posible
holocausto.
Todo este tema de la soberanía de
Dios en la guerra es un asunto difícil de manejar, desde la tendencia innata a
pensar que nuestro país siempre tiene la razón, asumiendo que Dios bendecirá
nuestro lado con victoria. La Biblia no sustenta tal posición. En efecto, de acuerdo
con la historia bíblica, Dios algunas veces usa una nación malvada para
castigar a otra, y a la vez, castiga a la primera por su pecado.
Dios usó al ejército asirio para
castigar a Judá, llamando a Asiria, "la vara y báculo de mi furor, en su
mano he puesto mi ira" y dijo: "Le mandaré contra una nación pérfida,
y sobre el pueblo de mi ira le enviaré" (Is. 10:5-6). Dios establece muy
claramente que está enviando a Asiria contra Judá; una nación atea contra otra.
Además, la Escritura es muy clara al mostrar que el rey de Asiria no se
consideraba agente de Dios para el castigo.
"Aunque él (el rey de
Asiria) no lo pensará así (la voluntad de Dios), ni su corazón lo imaginará de
esta manera, sino que su pensamiento será desarraigar y cortar naciones no
pocas" (v.7). Por lo tanto, Dios dijo "Pero acontecerá que después
que el Señor haya acabado toda su obra en el monte de Sion y en Jerusalén,
castigará el fruto de la soberbia del corazón del rey de Asiria, y la gloria de
la altivez de sus ojos. Porque dijo: Con el poder de mi mano lo he hecho, y con
mi sabiduría, porque he sido prudente"... (vs. 12-13).
LAS LLAMADAS NACIONES SOBERANAS DEL
MUNDO REALMENTE NO LO SON.
Ellas no son más que instrumentos
en la mano de Dios para cumplir su voluntad, ya sea para proteger a su pueblo,
o abrir puertas para el avance del evangelio, y algunas veces como su
instrumento de juicio contra la impiedad. Dios cuida de las naciones que
cumplen su propósito, aunque se rebelen contra El y las utiliza como sus
instrumentos. Por eso dice:
¿Se gloriará el hacha contra el
que con ella corta? ¿Se ensoberbecerá la sierra contra el que la mueve?¡Como si
el báculo levantase al que lo levanta; como si levantase la vara al que no es
leño! (Isaías 10:15).
Esas poderosas naciones, incluso
de nuestra época contemporánea, no son nada más que el hacha o la sierra en las
manos de Dios. Ellas pueden hacer alarde de su grandeza y poder, pero éste sólo
es efectivo cuando Dios soberanamente así lo determina.
Veamos que Dios tiene firmemente
el control de la historia, de las naciones y gobernantes, lo que desde nuestro
punto de vista humano, determina la historia. Dios establece los gobiernos,
quién gobernará y por cuánto tiempo; rige en los concejos de estado; hace que
los funcionarios tomen decisiones inteligentes o necias; otorga la victoria o
derrota en la guerra, y usa naciones impías para hacer su voluntad.
Como sugirió nuestro hermano
iraní, la historia es como un gigantesco pedazo de tela con muy intrincados y
complejos diseños, de los cuales sólo vemos una pequeña fracción durante el
limitado período de nuestra vida. Además, como otros han observado, vemos por el
revés esos diseños, y como sabemos, el revés de un tejido normalmente no tiene
sentido.
INCLUSO LA PARTE QUE SE OBSERVA TIENE
ALGO DE SENTIDO SI SE VE SÓLO UNA PEQUEÑA PARTE.
Solamente Dios ve la parte
externa, y sólo El ve toda la tela con su diseño completo. Por lo tanto,
debemos confiar en que El resuelve todos los detalles de la historia para su
gloria, sabiendo que ésta y nuestro bien están unidos.
AMPLIANDO NUESTROS HORIZONTES
Muchos de nosotros como
cristianos tendemos a pensar en la soberanía de Dios sólo en términos de su
efecto inmediato para nosotros, nuestras familias o amigos. No estamos muy interesados
en la soberanía de Dios sobre las naciones y la historia, a menos, que ésta nos
afecte directa y personalmente. No nos preocupamos por el desorden político y
las guerras de naciones distantes, a menos, por ejemplo, que un amigo misionero
no pueda conseguir la visa para entrar al país donde va a ejercer su
ministerio.
Pero debemos recordar que Dios
prometió a Abraham y a su simiente que todas las naciones serían bendecidas por
medio de Cristo (Génesis 12:3, 22:18; Gálatas 3:8). Un día esa promesa se
cumplirá, como se registró en Apocalipsis 7:9, cuando Juan vio "una gran multitud,
la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que
estaban delante del trono y en la presencia del Cordero"... Dios tiene un
plan para redimir gente de todas las naciones, y bendecir a los países por
medio de Cristo.
SIN EMBARGO, ¿QUÉ VEMOS AL MIRAR EL
MUNDO DE HOY?
La mitad de la población mundial viviendo
en países cuyos gobiernos son hostiles al evangelio; donde los misioneros no tienen
entrada, y los cristianos nacionales son fuertemente maltratados por proclamar
a Cristo. ¿Cómo confiamos en Dios para el cumplimiento de sus promesas cuando
los eventos y condiciones actuales parecen ser totalmente opuestos a su
cumplimiento?
Del ejemplo de Daniel, podemos
aprender la siguiente lección: El entendió de las Escrituras, en la profecía de
Jeremías, que la desolación de Jerusalén duraría setenta años y, no se
equivocó, ya que esta se cumplió casi en el tiempo predicho. Daniel se puso a
orar (ver Daniel 9), y reconoció que su pueblo estaba en el exilio por sus
pecados, y que sólo un Dios soberano, y sólo uno soberano los podía restaurar.
Daniel confió en la soberanía y fidelidad de Dios, y por lo tanto oró.
Podríamos decir que El clamó a Dios por la promesa hecha a Jeremías. Ni la
soberanía de Dios ni su promesa de restaurar a los exiliados hicieron que
Daniel cayera en una actitud fatalista y pasiva.
Daniel comprendió que la
soberanía de Dios y su promesa lo animaban a orar. Puesto que Dios es fiel a
sus promesas, El puede responder, y puesto que es fiel a sus promesas, responderá.
Daniel oró y Dios respondió. Como vimos en el capítulo cuatro Dios movió el corazón
del rey persa para permitir, e incluso animar, a todos los exiliados que
quisieran volver a Jerusalén para reconstruir el templo.
Al mirar la condición del mundo
hoy, tan hostil hacia el evangelio, debemos ver también la soberanía de Dios y
sus promesas. El ha prometido redimir a personas de todas las naciones, y nos
ha ordenado hacerlas discípulos. Por lo tanto, debemos confiar en El cuando
oramos.
Algunos irán a esas naciones a
medida que El abra puertas, pero todos nosotros debemos orar. Tenemos que aprender
a confiar en Dios, no sólo en las circunstancias adversas de nuestras vidas
individuales, sino también en las situaciones difíciles de la Iglesia en
general. Debemos aprender a confiar en El para la expansión del evangelio, aun
en aquellos lugares donde es severamente restringido.
Dios es soberano sobre todas las
naciones; sobre los funcionarios de nuestros gobiernos en todos sus actos,
puesto que nos afectan directa o indirectamente. El es soberano sobre los
funcionarios gubernamentales en países donde nuestros hermanos en Cristo sufren
por ser fieles a El. Dios también es soberano sobre las naciones donde se hace
cualquier intento para erradicar el verdadero cristianismo. En todas estas
áreas, es nuestro deber confiar siempre en El.