LA CONFIANZA EN DIOS

INTRODUCCIÓN

En algún momento, en diferentes circunstancias y grados todos experimentamos la adversidad en nuestras vidas.
Ejercitar la confianza en Dios en medio de la prueba, ha sido para mí un proceso. Hace varios años, para fortalecer mi propia confianza en Dios, inicié un estudio sobre el tema dela soberanía de Dios en los asuntos de su pueblo, el cual ha sido de gran ayuda, y ahora lo comparto con ustedes en este libro que es el fruto de tal análisis.
Invertí aproximadamente cuatro años en este estudio y pude observar que otros creyentes estaban enfrentando las mismas inquietudes que yo había tenido. Surgían entonces algunos interrogantes: ¿En realidad controla Dios todas las circunstancias de nuestras vidas, o las cosas "malas" tan sólo ocurren porque vivimos en un mundo condenado por el pecado? Sien verdad Dios controla las eventualidades de nuestras vidas, ¿por qué permitió que?¿Puedo confiar en Dios cuando se presentan contratiempos en las diferentes áreas de mi vida?
Este libro surgió como resultado d buscar solución a mis dificultades, y de observar que gran cantidad de creyentes tenían preguntas y dudas similares. Está escrito desde la perspectiva de un hermano y compañero, para aquellos que se preguntan en muchas ocasiones: "¿En realidad, puedo confiar en Dios?"

LA RESPUESTA ES UN ROTUNDO: SI

También he podido observar que algunos de mis amigos han pasado por adversidades peores que las mías. No he escrito este libro con mis conocimientos, lo he hecho como un estudio bíblico acerca de Dios, su soberanía, sabiduría y amor para el momento el que nos afligen las adversidades.
Confiando en Dios, está escrito para el cristiano común, que no necesariamente ha experimentado un problema muy grande pero que, con frecuencia, se encuentra con las dificultades y angustias propias de la vida tales como: embarazo frustrado, pérdida del trabajo, accidentes automovilísticos, hijos rebeldes, el profesor injusto en la universidad, etc.
Sabemos la adversidad es difícil aunque podemos también saber con certeza que Dios tiene el control de todas nuestras circunstancias.
Este libro tiene una doble finalidad: Primero, anhelo de glorificar a Dios, reconociendo su soberanía y su bondad. Segundo, deseo de animar al pueblo de Dios al demostrar, basado en la Escritura, que El tiene el control de sus vidas, que Él los ama y que obra en Todas las circunstancias para su bien.
Uno de los atributos que analizaremos para mejor sentido a tan maravilloso estudio es la soberanía de Dios.

LA SOBERANÍA DE DIOS

“Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quisiere” (Isa. 46:10) La Soberanía de Dios puede definirse como el ejercicio de su supremacía. Dios es el Altísimo, el Señor del cielo y de la tierra está exaltado infinitamente por encima de la más eminente de las criaturas. El es absolutamente independiente; no está sujeto a nadie, ni es influido por nadie. Dios actúa siempre y únicamente como le agrada. Nadie puede frustrar ni detener sus propósitos. Su propia Palabra lo declara explícitamente: “En el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, hace según su voluntad: ni hay quien estorbe su mano” (Dan. 4:35).
La soberanía divina significa que Dios lo es de hecho, así como de nombre, y que está en el Trono del universo dirigiendo y actuando en todas las cosas “según el consejo de su voluntad” (Efe. 1:11). Con gran razón decía el predicador bautista del siglo pasado Carlos Spurgeon, en un sermón sobre Mat. 20:15, que: “No hay atributo más confortador para Sus hijos que el de la Soberanía de Dios. Bajo las más adversas circunstancias y las pruebas más severas, creen que la Soberanía los gobierna y que los santificará a todos.
Para ellos, no debería haber nada por lo que luchar más celosamente que la doctrina del Señorío de Dios sobre toda la creación -el reino de Dios sobre todas la obras de sus manos. El trono de Dios, y su derecho a sentarse en el mismo. Por otro lado, no hay doctrina más odiada por la persona mundana, ni verdad que haya sido más maltratada, que la grande y maravillosa, pero real, doctrina de la Soberanía del infinito Jehová.
Los hombres permitirán que Dios esté en todas partes, menos en su trono. Le permitirán formar mundos y hacer estrellas, dispensar favores, conceder dones, sostener la tierra y soportar los pilares de la misma, iluminar las luces del cielo, y gobernar las incesantes olas del océano; pero cuando Dios asciende a su Trono sus criaturas rechinan los dientes. Pero nosotros proclamamos un Dios entronizado y su derecho a hacer su propia voluntad con lo que le pertenece, a disponer de sus criaturas como a él le place, sin necesidad de consultarlas. Entonces se nos maldice y los hombres hacen oídos sordos a lo que les decimos, ya que no aman a un Dios que está sentado en su Trono.
Pero es a Dios en su Trono que nosotros queremos predicar. Es en Dios, en su Trono en quien confiamos”. Sí, tal es la Autoridad revelada en las Sagradas Escrituras. Sin rival en Majestad, sin límite en Poder, sin nada, fuera de sí misma, que le pueda afectar. “Todo lo que quiso Jehová, ha hecho en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos” (Sal. 135:6). No obstante, vivimos en unos días en los que incluso los más “ortodoxos” parecen temer el admitir la verdadera divinidad de Dios. Dicen que reconocer la soberanía de Dios significa excluir la responsabilidad humana; cuando la verdad es que la responsabilidad humana se basa en la Soberanía Divina, y es el resultado de la misma. “Y nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho” (Sal. 115:3).
En su soberanía escogió colocar a cada una de sus criaturas en la condición que pareció bien a sus ojos. Creó ángeles: a algunos los colocó en un estado condicional, a otros les dio una posición inmutable delante de él (1Tim. 5:21), poniendo a Cristo como su cabeza (Col. 2:10). No olvidemos que los ángeles que pecaron (2Ped. 2:4). Con todo, Dios previó que caerían y, sin embargo, los colocó en un estado alterable y condicional, y les permitió caer, aunque El no fuera el autor de su pecado.
Asimismo, Dios, en su soberanía colocó a Adán en el jardín del Edén en un estado condicional. Si lo hubiera deseado podía haberle colocado en un estado incondicional, en un estado tan firme como el de los ángeles que jamás han pecado, en uno tan seguro e inmutable como el de los santos en Cristo. En cambio, escogió colocarle sobre la base de la responsabilidad como criatura, para que se mantuviera o cayera según se ajustase o no a su responsabilidad: la de obedecer a su Creador. Adán era responsable ante Dios (Dios es ley en sí mismo) por el mandamiento que le había sido dado y la advertencia que le había sido hecha.
Esa era una responsabilidad sin menoscabo y puesta a prueba en las condiciones más favorables. Dios no colocó a Adán en un estado condicional y de criatura responsable porque fuera justo que así lo hiciera. No, era justo porque Dios lo hizo. Ni siquiera dio el ser a las criaturas porque eso fuera lo justo, es decir, porque estuviera obligado a crearlas; sino que era justo porque El lo hizo así. Dios es soberano. Su voluntad es suprema. Dios, lejos de estar bajo una ley, es ley en sí mismo, así es que cualquier cosa que él haga, es justa. Y ¡ay del rebelde que pone su soberanía en entredicho! “Ay del que pleitea con su Hacedor, siendo nada mas un pedazo de tiesto entre los tiestos de la tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: Qué haces?” (Isa. 45:9).
Además, Dios es Señor, como soberano, colocó a Israel sobre una base condicional. Los capítulos 19, 20 y 24 de Éxodo ofrecen pruebas claras y abundantes de ello. Estaban bajo el pacto de las obras. Dios les dio ciertas leyes e hizo que las bendiciones sobre ellos, como nación, dependieran de la observancia de las tales. Pero Israel era obstinado y de corazón incircunciso. Se rebelaron contra Jehová, desecharon su ley, se volvieron a los dioses falsos y apostataron. En consecuencia, el juicio divino cayó sobre ellos y fueron entregados en las manos de sus enemigos, dispersados por toda la tierra, y hasta el día de hoy, permanecen bajo el peso del disfavor de Dios.
Fue Dios, quien en el ejercicio de su soberanía, puso a Satanás y a sus ángeles, a Adán y a Israel en sus respectivas posiciones de responsabilidad. Pero, en el ejercicio de su soberanía, lejos de quitar la responsabilidad de la criatura, la puso en esta posición condicional, bajo las responsabilidades que él creyó oportunas; y, en virtud de esta soberanía, El es Dios sobre todos. De este modo, existe una armonía perfecta entre la soberanía de Dios y la responsabilidad de la criatura. Muchos han sostenido equivocadamente que es imposible mostrar donde termina la soberanía de Dios y empieza la responsabilidad de la criatura.
He aquí donde empieza la responsabilidad de la criatura: en la ordenación soberana del creador. En cuanto a su soberanía, ¡no tiene ni tendrá jamás “terminación"! Vamos aprobar aún más, que la responsabilidad de la criatura se basa en la soberanía de Dios. ¿Cuántas cosas están registradas en la Escritura que eran justas porque Dios las mandó, y que no lo hubieran sido si no las hubiera mandado? ¿Qué derecho tenía Adán de comer de los árboles del jardín del Edén? ¡El permiso de su Creador (Gén. 2:16), sin el cual hubiera sido un ladrón! ¿Qué derecho tenía el pueblo de Israel a demandar de los egipcios joyas y vestidos (Ex. 12:35)? Ninguno, sólo que Jehová lo había autorizado (Ex. 3:22). ¿Qué derecho tenía Israel a matar tantos corderos para el sacrificio? Ninguno, pero Dios así lo mandó.
¿Qué derecho tenía el pueblo de Israel a matar a todos los cananeos? Ninguno, sino que Dios les habían mandado hacerlo. ¿Qué derecho tenía el marido a demandar sumisión por parte de su esposa? Ninguno, si Dios no lo hubiera establecido. ¿Qué derecho tuviera la esposa de recibir amor, atención y cuidados, ninguno, si Dios no lo hubiera establecido. Podríamos citar muchos más ejemplos para demostrar que la responsabilidad humana se basa en la Soberanía Divina.
He aquí otro ejemplo del ejercicio de la absoluta soberanía de Dios: colocó a sus elegidos en un estado diferente al de Adán o Israel. Los puso en un estado incondicional. En un pacto eterno, Jesucristo fue hecho su cabeza, tomó sobre sí sus responsabilidades y actuó para ellos con justicia perfecta, irrevocable y eterna. Cristo fue colocado en un estado condicional, ya que fue “hecho súbdito a la ley, para que redimiese a los que estaban debajo de la ley” (Gál. 4:4,5), sólo que con esta diferencia infinita: los hombres fracasaron, pero él no fracasó ni podía hacerlo. Y, ¿quién puso a Cristo en este estado condicional?
El Dios Trino. Fue ordenado por la voluntad soberana, enviado por el amor soberano y su obra le fue asignada por la autoridad soberana. El mediador tuvo que cumplir ciertas condiciones. Había de ser hecho en semejanza de carne de pecado; había de magnificar y honrar la ley; tenía que llevar todos los pecados del pueblo de Dios en su propio cuerpo sobre el madero; tenía que hacer expiación completa por ellos; tenía que sufrir la ira de Dios, morir y ser sepultado. Por el cumplimiento de todas esas condiciones, le fue ofrecida una recompensa: (Isa. 53:10-12).
Había de ser el primogénito de muchos hermanos; había de tener un pueblo que participaría de su gloria. Bendito sea su nombre para siempre porque cumplió todas esas condiciones; y porque las cumplió, el Padre está comprometido en juramento solemne a preservar para siempre y bendecir por toda la eternidad a cada uno de aquellos por los cuales hizo mediación su Hijo Encarnado. Porque El tomó su lugar, ellos ahora participan del Suyo. Su justicia es la Suya, su posición delante de Dios es la Suya, y su vida es la Suya. No hay ni una sola condición que ellos tengan que cumplir, ni una sola responsabilidad con la que tengan que cargar para alcanzar la gloria eterna. “Porque con una sola ofrenda hizo Perfectos para siempre a los santificados” (Heb. 10:14).
He aquí pues que la soberanía de Dios expuesta claramente ante todos en las distintas formas en que él se ha relacionado con sus criaturas. Algunos de los ángeles, Adán e Israel fueron colocados en una posición condicional en la que la bendición dependía de su obediencia y fidelidad de Dios. Pero, en marcado contraste con estos, a la “manada pequeña” (Luc. 12:32) le ha sido dada una posición incondicional e inmutable en el pacto de Dios, en sus consejos y en su Hijo; su bendición depende de lo que Cristo Hizo Por ellos. “El fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: conoce el Señor a los que son suyos” (2Tim. 2:19).

El fundamento sobre el cual descansan los elegidos de Dios es perfecto: nada puede serle añadido, ni nada puede serle quitado (Ecl. 3:14). He aquí, pues, el más alto y grande exponente de la absoluta soberanía de Dios. En verdad, El “del que quiere tiene misericordia; y al que quiere endurece” (Rom 9:18).

¿PUEDE CONFIAR EN DIOS?

Invócame En El Día De La Angustia; Te Libraré, Y Tú Me Honrarás. Salmo 50: 15.

El pueblo de Dios no es inmune al dolor. El problema del dolor es tan antiguo y universal como la historia del hombre. Hasta la creación, nos dice Pablo: "fue sujetada a vanidad.gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora" (Romanos 8:20-22).
Entonces, surge la pregunta:"¿Dónde está Dios en todo esto?" ¿Puede usted verdaderamente confiar en Dios cuando la adversidad golpea y llena su vida de dolor? ¿Realmente puede venir al rescate de aquellos que le buscan? Como afirma el texto anotado al empezar este capítulo, ¿libera a aquellos que lo invocan en el día de angustia? ¿Rodea su inagotable amor a la persona que confía en El? (Ver Salmo 32:10).
¿Puede usted confiar en Dios? La pregunta misma tiene dos posibles interpretaciones antes que pretendamos contestarla. Primera: ¿Es Dios confiable en épocas de adversidad?
La segunda interpretación sería: ¿Es tal su relación con Dios y su confianza en El, que cree que está con usted en su adversidad, aunque no vea ninguna evidencia de su presencia y poder?
No es fácil confiar en Dios en momentos de prueba. Nadie disfruta el dolor y, cuando éste viene, queremos que pase a la mayor brevedad. Incluso el apóstol Pablo le suplicó tres veces a Dios para que le quitara el “aguijón de la carne”, antes de que entendiera que la gracia de Dios era suficiente. José le pidió al copero del faraón "sacarle de esta casa"
(Génesis 40:14). Y el escritor de Hebreos establece muy sinceramente que "ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza" (Hebreos 12:11).
Experimenté uno de esos períodos de adversidad durante el tiempo que estuve trabajando en este primer capítulo, y encontré que era difícil confiar en Dios. Parecía ser una dolencia física que se agravaba con una enfermedad de toda la vida. Apareció en un momento muy inoportuno, y durante varias semanas no respondió a ningún tratamiento médico.
En ese lapso de tiempo y a medida que suplicaba continuamente a Dios por alivio, recordaba las palabras de Salomón: "Mira la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que él torció?" (Eclesiastés 7:13). Dios había traído un hecho "torcido" a mi vida, y me hice consciente de que sólo El tenía el poder para enderezarlo. ¿Podría confiar en El, solucionara o no mi "situación", y aliviara o no mi angustia? ¿Creía en realidad en un Dios que me amaba y sabía lo que era mejor para mí, quien tenía el control de mi situación?

¿PODRÍA CONFIAR AUNQUE NO COMPRENDIERA?

Además, ¿podría animar a otros a confiar en El cuándo estuvieran atravesando por situaciones adversas?¿O toda la idea de confiar en Dios es solamente un lema cristiano que no permanece firme ante los sucesos difíciles de la vida?¿Puede usted en realidad, confiar en Dios?
Compadezco a quienes consideran difícil confiar en El en la adversidad. He estado así, sólo para conocer algo de la angustia, la desesperación y la oscuridad que llena nuestras vidas cuando nos preguntamos si Dios realmente se preocupa de las situaciones difíciles que enfrentamos. He invertido una gran parte de mi vida adulta animando a las personas a seguir la santidad y a obedecer a Dios; pero reconozco que a menudo parece más difícil confiar en El que obedecerle.
La voluntad de Dios que nos muestra la Biblia es racional y razonable; pero las circunstancias en las que debemos confiar en El, generalmente parecen irracionales e inexplicables. Reconocemos con prontitud que la ley de Dios debe ser buena para nosotros, aun cuando no queramos obedecerla. Las situaciones de nuestras vidas con frecuencia parecen ser terribles, sombrías, y algunas veces calamitosas y trágicas.
También resulta aceptable obedecer a Dios dentro de unos límites definidos de lo que consideramos su voluntad revelada. Confiar en Dios se produce en un terreno que no tiene límites. No conocemos la extensión, duración o frecuencia del dolor, ni de las circunstancias adversas en las que frecuentemente debemos confiar en El.
Sin embargo, es tan significativo confiar en Dios como obedecerle. Cuando somos desobedientes desafiamos su autoridad y menospreciamos su santidad. Pero, cuando no confiamos en El, dudamos de su soberanía y cuestionamos su bondad. Cuando el pueblo de Israel tenía hambre habló mal de Dios diciendo: "¿Podrá poner mesa en el desierto? ¿Podrá dar también pan? Los dos siguientes versículos nos dicen: "Por tanto, oyó Jehová, y se indignó. Por cuanto no habían creído a Dios, ni habían confiado en su salvación" (Sal. 78:19-22).
Para creer en Dios, debemos ver siempre nuestras circunstancias adversas a través de los ojos de la fe, y no del sentido común. Así como la fe de la salvación viene por oír el mensaje del evangelio (Romanos 10:17), la fe para confiar en El, en las situaciones difíciles, viene de la Palabra de Dios (de lo que El dijo). Es sólo por aplicar las Escrituras a nuestros corazones por el Espíritu Santo, que recibimos la gracia de confiar en Dios en los momentos de sufrimiento.
Las Escrituras Enseñan Tres Verdades Esenciales Acerca De Dios Con Respecto A La Adversidad, En Las Que Debemos Creer, Si Vamos A Confiar En El En Situaciones Difíciles:
· Dios es absolutamente soberano.
· Dios es infinitamente sabio.
· Dios es perfecto en amor.
Alguien ha expresado estas verdades en relación con nosotros de la siguiente forma:
"Dios En Su Amor Siempre Desea Lo Mejor Para Nosotros, En Su Sabiduría Siempre Sabe Lo Que Es Mejor, Y En Su Soberanía Tiene El Poder Para Hacer Que Suceda".
La soberanía de Dios se confirma en casi todas las páginas de la Biblia de manera expresa o implícita. Mientras la estudiaba preparándome para escribir este libro nunca creí haber terminado la lista de versículos acerca de ella, pues cada vez que abría las Escrituras aparecían nuevas referencias. En los siguientes capítulos veremos muchos de estos pasajes, pero por ahora sólo reflexionaremos en uno:
¿Quién Será Aquel Que Diga Que Sucedió Algo Que El Señor No Mandó? ¿De La Boca Del Altísimo No Sale Lo Malo Y Lo Bueno? (Lamentaciones 3:37-38).
Este pasaje de la Escritura ofende a muchas personas porque encuentran difícil aceptar que lo bueno y lo malo vengan de Dios. Con frecuencia la gente se pregunta: "Si Dios es un Dios de amor, ¿cómo permite semejante calamidad?" Pero Jesús mismo afirmó la soberanía de Dios en la calamidad cuando Pilato le dijo: "¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?" Respondió Jesús: "Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba". (Juan 19:10-11).
En un sorprendente acto de amor hacia nosotros, Dios permitió el sacrificio de su Hijo por nuestros pecados. Sin embargo, frecuentemente pasamos por alto que para Jesús fue una experiencia sumamente dolorosa, más de lo que podamos imaginar. En la humanidad de Jesús, este sacrificio fue suficiente para hacerlo orar "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa". (Mateo 26:39), pero no vaciló en reconocer el control y la soberanía de Dios.
Si los creyentes aceptamos la afirmación bíblica de la soberanía de Dios en lo bueno y en lo malo, eso bastaría para sentirnos confortados. ¡No importa por qué clase de calamidad o problema en particular estemos atravesando; pero sí podemos estar seguros de que nuestro Padre tiene un propósito amoroso. Como dijo el rey Ezequías. "He aquí, amargura grande me sobrevino en la paz, mas a ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción". (Dios lo sanó a Exequias) (Isaías 38:17). Dios no ejerce su soberanía caprichosamente, sino sólo en la forma en que su infinito amor sabe que es mejor para nosotros. Jeremías escribió: "Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres" (Lamentaciones 3:32-33).
La soberanía de Dios es ejercida también en infinita sabiduría, más allá de nuestra comprensión. Después de estudiar la suprema pero inescrutable relación con su pueblo, (los judíos) el apóstol Pablo se rinde ante el misterio de las acciones de Dios con estas palabras:
¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! (Romanos 11:33).
Pablo reconoció lo que nosotros debemos aceptar si vamos a confiar en Dios, cuyo plan y forma en que lleva a cabo sus designios están más allá de nuestra capacidad de comprensión y entendimiento. Debemos aprender a confiar en El aún cuando no entendemos.
En los siguientes capítulos analizaremos más detalladamente estas tres verdades: La soberanía, el amor y la sabiduría de Dios. Pero el propósito principal de este libro no es analizar estas maravillosas realidades. Lo más importante para nosotros es llegar a estar tan convencidos de ellas que las apliquemos en las circunstancias diarias de la vida, y que aprendamos a confiar en El en medio del dolor, cualquiera que sea la forma que éste tome.
Aunque nuestro dolor sea trivial o traumático, temporal o interminable, debemos aprender a confiar en Dios y glorificarle en estas situaciones, sin tener en cuenta la naturaleza de ellas.
Pero hay un pensamiento final antes de empezar nuestros estudios sobre la soberanía, el amor y la sabiduría de Dios. Para confiar en Él, debemos conocerle íntima y personalmente. David dijo en el Salmo 9:10: "En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh JEHOVÁ, no desamparaste a los que te buscaron". Conocer el nombre de Dios es conocerle en una forma íntima y personal. Es mucho más que sólo saber cosas acerca de Él. Es llegar a una relación personal más profunda con El, como resultado de buscarlo en medio de nuestro dolor, y descubrir que es confiable.

Sólo en la proporción en que le conozcamos de esta forma personal, llegamos a creer en El. A medida que lea y estudie los siguientes capítulos, y relacione lo que está aprendiendo de Dios con sus situaciones personales, ore para que el Espíritu lo haga comprender sus aspectos, para conocerle mejor y así confiar en El de manera absoluta.

¿ESTÁ DIOS EN CONTROL?

La Cual A Su Tiempo Mostrará El Bienaventurado Y Solo Soberano, Rey De Reyes, Y Señor De Señores. 1ª Timoteo 6:15

El libro, Cuando las Cosas Malas le Suceden a la Gente Buena, escrito por el rabino Harold Kushner, fue aclamado ampliamente como el mejor vendido en 1981. La crítica literaria lo describió como: Enternecedor, que llega al corazón, sabio y compasivo, es la obra que la humanidad necesita. Esta trata de explicar una tragedia ocurrida a la familia del rabino, y concluye diciendo que el autor del libro de Job "obligado a escoger entre un buen Dios poderoso que no es completamente poderoso, o un Dios que no es totalmente bueno.
Escoge creer en un Dios bondadoso". Según el punto de vista del rabino acerca de la enseñanza de Job, "Dios desea que el justo disfrute una vida pacífica y feliz, pero a veces, incluso El, no puede hacer que eso suceda, y le es muy difícil evitar que la crueldad y el caos reclamen sus víctimas inocentes".
Naturalmente, el rabino Kushner no está solo en su observación del control soberano de Dios sobre todos los acontecimientos de nuestras vidas. Los cristianos, y los que no lo son, frecuentemente hablan de tribulaciones y accidentes, de circunstancias fuera de nuestro control (y presumiblemente también del de Dios), de cosas que suceden eventualmente. A través de los siglos, la enfermedad, el sufrimiento y el dolor han hecho surgir preguntas acerca del dominio y cuidado de Dios por su creación.
La presunción implícita en la mente de muchos es: Si Dios es poderoso y bueno, ¿por qué hay tanto sufrimiento, dolor y angustia en el mundo? Dios es bueno y no Todopoderoso o poderoso y no del todo bueno. No puede ser las dos cosas.

LA PROVIDENCIA DE DIOS

La Biblia nos enseña que lo encontramos en dos formas: Dios es soberano (Todopoderoso) y es bueno. La instrucción de la Biblia en este aspecto es reafirmada bajo el tema que los teólogos llaman la providencia de Dios. Este es un término que con frecuencia usamos los creyentes para reconocer su aparente intervención en nuestros asuntos. Por ejemplo, cuando doy mi testimonio, siempre digo algo parecido a: "Cuando reconocí que no podía vivir la vida cristiana solo, en la Armada, Dios, en su providencia, me permitió conocer a Los Navegantes" (una organización Cristiana).
Al hacer esta afirmación quiero enfatizar que Dios controló y arregló ciertas circunstancias de mi vida, de tal manera que un resultado específico, en este caso, ponerme en contacto con Los Navegantes, era inevitable que sucediera.
No obstante, hay dos procedimientos erróneos en la forma en que nos referimos a la providencia de Dios. Por un lado, casi siempre relacionamos "la providencia de Dios" con acontecimientos aparentemente "buenos". Fue bueno para mí conocer a Los Navegantes, y por lo tanto estoy contento de atribuírselo a la providencia de Dios. Pero usted por lo general nunca oye decir algo así como, "en la providencia de Dios tuve un accidente y quedé paralítico". Como el rabino Kushner, rehusamos atribuirle las cosas "malas" a la intervención de la mano de Dios.
El segundo procedimiento con el uso popular de la expresión "la providencia de Dios", consiste en que inconsciente o deliberadamente, creemos que El interviene en situaciones específicas en nuestras vidas; pero la mayoría de veces es según nosotros, sólo un espectador interesado. Cuando pensamos de esa manera, aún sin quererlo, limitamos el control de Dios en nuestras vidas a un suceso de parar y continuar, entrar y salir. Nuestra actitud inconsciente es la de creer que en otras situaciones somos "amos de nuestro destino" o, por el contrario, víctimas de circunstancias adversas o personas desconsideradas que se cruzan en nuestro camino.
Sin embargo, la iglesia ha usado históricamente la providencia de Dios para referirse a su constante protección y gobierno sobre toda la creación. El famoso teólogo J. I. Packer, define la providencia de Dios como "la incesante actividad del Creador por medio de la cual, en abundante gracia y benevolencia, sostiene a sus criaturas en una existencia ordenada; guía y gobierna todos los eventos, circunstancias y actos libres de los ángeles y los hombres dirigiendo todas las cosas a un objetivo: Su propia gloria". Observe los términos absolutos que Packer usa: "Incesante actividad", "todos los eventos... todos los actos", "dirige todas las cosas". En esta definición es evidente que no existe un concepto de parar y seguir, es decir, no existe gobierno de medio tiempo por parte de Dios.
La definición de Packer acerca de la providencia de Dios es muy completa y, creo, muy precisa, ceñida a la Escritura. He desarrollado por mi cuenta, una definición un poco más corta que puedo recordar con más facilidad:
La providencia de Dios es su constante cuidado y gobierno absoluto sobre toda su creación para su gloria y el bien de su pueblo. Observe de nuevo, los términos ilimitados: Preocupación constante, gobierno absoluto, toda creación. Nada escapa a su cuidado y control, incluso el virus más pequeño.
Pero observe también el doble objetivo de la providencia de Dios: Su gloria y el bien de su pueblo. Estos dos propósitos nunca se oponen, pues siempre guardan relación. Dios nunca busca su gloria a expensas del bien de su pueblo, ni busca nuestro bien a expensas de su gloria. El ha diseñado su propósito eterno para que su gloria y nuestro bien estén estrechamente unidos. ¡Qué consuelo y tranquilidad debe ser para nosotros! Si vamos a aprender a confiar en Dios en la adversidad, también debemos creer que así como Dios no permitiría que nada arruinara su gloria, tampoco permitirá que nada dañe el bien que está ejerciendo en y por nosotros.
En él capítulo uno pregunté: "¿Puede usted confiar en Dios?" Y observaba que en primer lugar la pregunta significa: "¿Es Dios confiable?" ¿Puede El cuidar siempre dé nosotros (es soberano), y siempre cuida dé nosotros (es bueno)? La doctrina de la providencia de Dios afirma claramente que podemos confiar en El, que El si cuida de nosotros permanentemente (no solo de manera ocasional) y gobierna todas las circunstancias de nuestras vidas.
Para lograr mayor beneficio y comprensión de la enseñanza bíblica acerca de la providencia de Dios, necesitamos analizar otro aspecto de ésta, y es su acción sustentadora al mantener y conservar su creación.

DIOS SUSTENTA

La Biblia enseña qué Dios no solo creó el universo, sino que lo sustenta y mantiene dia tras dia, hora tras hora. La Escritura afirma: "El Hijo, quién sustenta todas las cosas con la palabra de su poder"... (Hebreos 1:3) y "todas las cosas en él subsisten". (Colosenses 1:17). El teólogo A. H. Strong dijo:
Cristo es el creador y sustentador del universo... en El, este se sostiene, o se mantiene unido hora tras hora. La firme voluntad de Cristo constituye la ley del universo, y lo hace un cosmos y no un caos, así como su voluntad lo hizo existir desde el principio.
Todas las cosas le deben su existencia a la continua acción sustentadora de Dios ejercida por medio de su Hijo. Nada subsiste porque tenga su propio poder inherente de ser. Nada en toda la creación permanece o actúa independientemente de la voluntad del Señor. Las llamadas leyes de la naturaleza no son otra cosa que la física expresión de la firmé voluntad de Cristo. La ley de la gravedad opera con incesante exactitud porque Cristo continuamente hace que así sea. La silla en la que estoy sentado mientras escribo estas palabras, se mantiene unida porque los átomos y moléculas de la madera están en su lugar por su activa voluntad.
Las estrellas continúan su curso porque El las mantiene allí. La Escritura dice que "El saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará". (Isaías 40:26).
La acción sustentadora de Cristo va más allá de la creación inanimada; la Biblia dice que le da vida a todo (Nehemías 9:6). "El es quién cubre de nubes los cielos, el que prepara la lluvia para la tierra, el que hace a los montes producir hierba. El da a la bestia su mantenimiento, y a los hijos de los cuervos que claman" (Sal. 147:8-9). Dios no sólo creó y luego se fue, sino que constantemente sostiene lo que hizo.
La Biblia también enseña que El nos mantiene a usted y a mí. "El es quién da a todos vida y aliento y todas las cosas... Porque en El vivimos, y nos movemos, y somos". (Hechos 17:25-28). El suministra nuestro alimento diario (2 Corintios 9:10). Nuestros tiempos están en sus manos (Sal. 31:15). Cada bocado que comemos es un regalo que viene de su mano, y cada día que vivimos está determinado por El, quién no nos ha abandonado a nuestros propios recursos, al capricho de la naturaleza o a las acciones siniestras de otras personas.
El constantemente sustenta, provee y cuida de nosotros en todo momento de cada día. ¿Se daño su carro cuando menos tenía dinero para pagar la reparación? ¿Perdió una importante reunión porque el avión en el que iba a viajar tuvo problemas mecánicos? El Dios que controla el curso de las estrellas, también controla las tuercas, tornillos, todas las partes de su carro y del avión en el que iba a viajar.
Cuando niño tuve un grave caso de sarampión. Aparentemente el virus me afectó dejándome ciego del ojo derecho y sordo del oído del mismo lado. ¿Tenía Dios el control de ese virus o simplemente fui víctima de una enfermedad infantil? El cuidado que Dios efectúa de su universo momento a momento y todo en él, no me deja otra alternativa que la de aceptar que el virus en realidad estaba bajo su mano controladora. Dios no estaba distraído cuando el virus afectó los nervios de mi oído y los músculos de mis ojos. Si vamos a confiar en Dios, debemos aprender a aceptar que El está trabajando continuamente en cada aspecto y momento de nuestras vidas para nuestro supremo bien final.

DIOS GOBIERNA

La Biblia también enseña que Dios gobierna el universo, es decir, no sólo a la creación inanimada, sino también las acciones de todas las criaturas, tanto hombres como animales. El es llamado el gobernante de todas las cosas (1 Crónicas 29:12); "bienaventurado y solo Soberano" (1 Ti. 6:15), "con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre" (Mateo 10:29). Jeremías pregunta: "¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?" (Lamentaciones 3:37). "Y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?" (Daniel 4:35). "El Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da" (Daniel 4:17).
Nadie puede obrar fuera o en contra de la soberana voluntad de Dios. Hace muchos siglos, Agustín dijo: "Por lo tanto, nada sucede a menos que el Omnipotente quiera que suceda; El permite que pase o hace que ocurra". Phillip Hughes dice: "Sin embargo, bajo Dios, todas las cosas sin excepción, están absolutamente controladas, aunque parezca todo lo contrario". Nada es tan grande o tan pequeño para escapar de la mano soberana de Dios.
La araña construyendo su red en el rincón, y Napoleón guiando a su ejército a través de Europa, están bajo el control de Dios.
Tan invencible como incomprensible es el gobierno de Dios. "Sus caminos son más altos que los nuestros" (Isaías 55:9). ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! (Romanos 11:33). Con frecuencia la soberanía de Dios es cuestionada, porque el hombre no comprende lo que El está haciendo, puesto que no actúa como nosotros pensamos que debería hacerlo.

¿DIOS O EL AZAR?

Entonces, esto es divina providencia: Dios sosteniendo y gobernando su universo, Dios trayendo todos los eventos al fin indicado. Sin embargo, hoy esta doctrina es poco aceptada. El no cristiano, por lo general, ha excluido el acto creador de Dios y su providencia, puesto que para él, todos los eventos están en manos del destino o el azar.
En el libro del rabino Kushner, titulado Cuando las Cosas Malas le Suceden a la Gente Buena, él pregunta:
"¿Puede usted aceptar la idea de que algunas cosas ocurran sin ninguna razón, y que el azar existe en el universo?" Hablando de la dirección que toma un incendio forestal, él pregunta: "¿Existe una explicación de por qué el viento y el clima se combinan para dirigir el fuego en un día determinado hacia algunas casas y no a otras, atrapando a algunas personas y dejando a otras? o ¿Es pura cuestión de suerte?"
En otra parte, el rabino nos recuerda que las compañías de seguros se refieren a los terremotos, huracanes, tornados y diferentes desastres naturales, como a "actos de Dios".
Entonces, él nos dice: "Lo considero como un caso en que se usa el nombre de Dios en vano. Yo no creo que un terremoto que mata a miles de personas inocentes sin ninguna razón, sea un acto de Dios. Es un suceso de la naturaleza que es moralmente ciega, sin valores; que se agita, siguiendo sus propias leyes, sin importarle a quién o qué se lleva por delante".
El azar, la suerte, la fortuna, el destino. Esta es la respuesta del hombre moderno a la antigua pregunta "¿por qué?" Como es lógico, si uno descarta toda la idea de Dios, como lo hacen tantos, entonces, no hay otra alternativa. Muchos, aunque no rechazan la idea de El, han fabricado un Dios a su estilo. El deísmo del siglo XVII elaboró un Dios que, creó un universo y luego se alejó para dejarlo que siguiera de acuerdo con sus propias leyes naturales y recursos humanos. Hoy, muchas personas son deístas practicantes.
Incluso hay cristianos hoy, que piensan como deístas. Muchos de ellos aceptan el concepto de la soberanía de Dios, pero creen que El prefiere no ejercerla en las actividades diarias de nuestras vidas. Como lo expuso un escritor: "Sabemos que Dios es soberano, pero también sabemos que en su soberanía, nos ha puesto en un mundo de pecado y sufrimiento, al cual no somos inmunes".
En su bien conocida afirmación acerca de los pajarillos, Jesús dijo: "¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre... Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos" (Mateo 10:29-31). Según Jesús, Dios ejerce su soberanía en todos los eventos, incluso en la vida y muerte de un pajarillo casi sin valor aparente. Pero aquí la enseñanza principal de Jesús es: Si Dios ejerce su soberanía con respecto a los pajarillos, con mayor razón la ejercerá sobre sus hijos.
Aunque es realmente cierto que el amor de Dios para nosotros no nos hace inmunes al dolor y la angustia, también es cierto que todas las ocasiones de dolor y adversidad están bajo el absoluto y perfecto control de Dios. Si El controla las circunstancias del pajarillo, cuánto más lo hará con aquellas circunstancias que nos afectan. Dios no se aleja dejándonos a merced de eventos al azar, sin control.
Un padre viajó con su hijo a otra ciudad en un avión privado para dar su testimonio en una reunión evangelística. Durante el viaje se encontraron con una tormenta eléctrica, la cual hizo que el avión se estrellara, y padre e hijo murieron. Un amigo cristiano, en un esfuerzo por consolar a la desolada esposa y madre le dijo: "De una cosa puedes estar segura: Dios no tuvo nada que ver en ese accidente". Según este amigo, Dios estaba, aparentemente, mirando a otro lado cuando el piloto tuvo dificultades.
Yo leí una afirmación blasfema de alguien que dijo: "El azar es el seudónimo que Dios usa cuando no quiere utilizar su nombre". Muchos cristianos lo están haciendo hoy por Dios. Con frecuencia, no desean aceptar que El está obrando, porque no entienden cómo lo está haciendo, y han elegido sustituir la doctrina del azar por la de la divina providencia.

BUENO PERO NO SOBERANO

Junto con la doctrina del azar, muchos cristianos también están comprando la filosofía expuesta por el rabino Kushner de que Dios es bueno pero no soberano.
Una escritora cristiana, por ejemplo, habla de su dolor como algo que es totalmente frustrante para Dios, y le agradece por ser su dedicado, cariñoso y frustrado Padre celestial.
Enfrentada al dilema de cómo un Padre amoroso y soberano le puede permitir experimentar esa pena tan dolorosa, ella encontró alivio en la creencia de que Dios se sentía realmente frustrado por su dolor, derramando lágrimas con ella, incluso como puede llorar una madre por el sufrimiento de su hijo.
Hay que reconocer la posición de esta escritora quien había sufrido un severo dolor durante meses. Como alguien que ha experimentado un dolor menos fuerte y sólo durante varias semanas en cualquier momento, me doy cuenta de que no me he puesto en su lugar, no he luchado con el amor de Dios hasta el grado en que le ha tocado a aquella mujer en medio de un dolor insoportable. Pero, como se ha observado tan frecuentemente, debemos afirmar nuestras creencias en la Biblia, no en nuestras experiencias. La Biblia no deja lugar a dudas, Dios nunca se frustra, "y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?"
(Daniel 4:35). Es cierto que Dios está involucrado en una guerra invisible con Satanás, y que las vidas del pueblo de Dios son campos de batalla, como se vio en el ejemplo de Job.
Pero, aun aquí Satanás tuvo que pedirle permiso a Dios para tocar su pueblo. (Ver Job 1:12, 2:6 y Lucas. 22:31-32). Aun en esta guerra invisible, Dios es soberano.
La autora Margaret Clarkson, quien ha sufrido toda la vida dijo: "Que Dios en realidad es tan bueno como poderoso, es uno de los principios básicos de la creencia cristiana".
Admitimos que con frecuencia somos incapaces de reconciliar la soberanía y bondad de Dios frente a una gran tragedia o adversidad personal; pero también creemos que, aunque a menudo no entendemos los caminos de Dios, El está obrando soberanamente en todas nuestras circunstancias.
Todos, creyentes y no creyentes, experimentamos ansiedad, frustración, dolor y decepción. Algunos sufren intenso dolor físico y lo que llamamos “tragedias”. Pero lo que debería distinguir el sufrimiento tanto de los creyentes como de los que no lo son, es la confianza en que nuestra adversidad está bajo el control de un Dios Todopoderoso y amoroso. Nuestro sufrimiento tiene significado y propósito en su plan eterno, y El trae a nuestras vidas sólo lo que es para su gloria y nuestro bien.

(Daniel 9:14) Justo es Jehová nuestro Dios en todas sus obras que ha hecho.

LA SOBERANÍA DE DIOS

Jehová Hace Nulo El Consejo De Las Naciones, Y Frustra Las Maquinaciones De Los Pueblos. El Consejo De Jehová Permanecerá Para Siempre; Los Pensamientos De Su Corazón Por Todas Las Generaciones. Salmo 33:10-11.

En 1902, un joven inglés bajó a desayunar y se encontró con que su padre estaba leyendo en la prensa la noticia de los preparativos para la primera coronación británica en sesenta y cuatro años. Durante el desayuno el esposo se volvió hacia su esposa y le dijo: "Oh, siento ver esto expresado así". Ella le preguntó: "¿De que se trata?" El le respondió: "Aquí hay una proclamación de que en una fecha determinada el príncipe Eduardo será coronado rey en Westminster, y no hay Deo volente, es decir, no expresa si es la voluntad de Dios". Las palabras impactaron al joven porque en la fecha indicada el futuro Eduardo VII se enfermó de apendicitis y la coronación se tuvo que posponer.
En esa época, a finales del mandato de la reina Victoria, el poder político, económico y militar del imperio británico estaba en todo su apogeo, pero a pesar de eso Gran Bretaña no pudo llevar a cabo su planeada coronación en la fecha indicada.
¿Fue la omisión de "si es la voluntad de Dios" en la proclamación y la subsiguiente postergación de la coronación, sólo una coincidencia, dos eventos sin ninguna relación entre sí? O ¿Dios hizo que al príncipe Eduardo le diera apendicitis para mostrar que El tenía "el control?" No sabemos por qué ocurrió así, pero una cosa sí sabemos y estamos seguros:
Sea que reconozcamos si es la voluntad de Dios o no, no podemos llevar a cabo ningún plan separado de la voluntad de Dios. La Biblia no deja duda acerca de ese hecho, y Santiago lo expresa muy claramente:
¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello (Santiago 4:13-15)

EL CONTROL ABSOLUTO DE DIOS

Dios tiene el control; El es soberano. El hace lo que a El le place y determina si nosotros podemos hacer lo que hemos planeado. Esta es la esencia de la soberanía de Dios; su absoluta independencia para hacer lo que le satisface y su total control sobre las acciones de todas sus criaturas. Ninguna criatura, persona o imperio puede frustrar su voluntad o actuar fuera de sus límites.
En el capítulo uno establecí que para confiar en Dios en tiempos de adversidad, debemos creer en su soberanía, en su amor y su sabiduría. De estas tres verdades, la soberanía de Dios parece ser cuestionada con mayor frecuencia y fuerza. Parece que le permitiéramos a Dios estar en cualquier parte, excepto en su trono, gobernando su universo según su buen placer y soberana voluntad.
Hasta los devotos escritores cristianos cuyos libros sor útiles para muchos, pueden en sus escritos, bajar a Dios de su trono. Una de sus afirmaciones más comunes, es que Dios se limitó a sí mismo voluntariamente a las acciones de los hombres para darles su libertad.
Otros escritores cristianos no reconocen la mano controladora de Dios, ya sea dirigiendo o permitiendo cada acontecimiento de nuestras vidas. Uno, por ejemplo, dice que algunas veces el sufrimiento llega por el infortunio o accidente, que son cosas "que suceden", y que el dolor se atraviesa en nuestro camino "debido a circunstancias que están más allá de nuestro control".
Nuestra respuesta a tales afirmaciones es más que simple discusión teológica. La confianza en la soberanía de Dios en todo lo que nos afecta es crucial para nuestra fe en El.
Si hay un evento particular en todo el universo que pueda ocurrir sin su control soberano, entonces no podemos confiar en El. Su amor puede ser infinito, pero si su poder y su propósito pueden frustrarse, no podemos confiar en El. Usted me puede confiar sus más valiosas posesiones, y yo puedo amarlo, y mi deseo de respetar su confianza puede ser sincero, pero si no tengo el poder o la habilidad de proteger sus objetos de valor, usted en realidad no me los puede confiar.
Sin embargo, Pablo dijo que nosotros le podemos confiar nuestra más valiosa posesión al Señor. En 2 Timoteo 1:12, él dijo: "Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día (énfasis del autor). "Pero", alguien dice, "allí Pablo está hablando de la vida eterna". Es decir, que podemos confiar nuestro destino eterno a Dios, pero, ¿podemos confiarle problemas de esta vida?
Sin embargo, debería ser evidente, que la soberanía de Dios no empieza en la muerte. Como veremos en un próximo capítulo, su dirección soberana en nuestras vidas precede aun a nuestro nacimiento. Dios gobierna tan seguramente en la tierra como en el cielo, y permite, por razones que sólo El conoce, que las personas actúen en contra y desafiando su voluntad revelada, pero nunca les permite actuar en contra de su voluntad soberana.
Para apoyar la anterior afirmación, de que Dios nunca permite que las personas actúen contrariamente a su voluntad soberana, tenga en cuenta los siguientes pasajes de la Escritura:
El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos (Proverbios 16:9).
Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre; mas el consejo de Jehová permanecerá (Proverbios 19:21).
No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Jehová (Proverbios 21:30).
Mira la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que él torció? (Eclesiastés 7:13).
¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? (Lamentaciones 3:37).
En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello (Santiago4:15).
Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre (Apocalipsis 3:7).
Hacemos planes, pero éstos sólo pueden tener éxito cuando están de acuerdo con el propósito de Dios. Ningún plan en contra de su propósito puede tener éxito. Nadie puede enderezar lo que El ha torcido o torcer lo que el ha hecho derecho. Ningún emperador, rey, supervisor, profesor o entrenador, puede hablar y hacer que digo suceda si el Señor primero no lo ha decretado o permitido. Nadie puede decir, "haré esto o aquello", y hacer que suceda si no es parte de la voluntad soberana de Dios.
¡Qué desafío, qué estímulo para confiar en Dios debería ser para nosotros este aspecto de su soberanía! ¿Alguien te quiere hacer daño? Esa persona no puede absolutamente ejecutar su malicioso plan, a menos que Dios lo haya ordenado primero para un propósito para tu bien que solo Dios sabe. En una ocasión hablé con un capellán militar quien tuvo un enfrentamiento con un supervisor por un acto ilegal que éste le propuso que realizaran.
Como resultado, el capellán supervisor escribió una carta muy crítica al jefe de capellanes, lo cual puso en peligro la carrera de mi amigo. ¿Es él simplemente la víctima de un acto de venganza cruel? De acuerdo con la Escritura no. El perverso capellán puede escribir docenas de cartas, pero no puede en absoluto terminar con la carrera militar de mi amigo a menos que Dios lo permita. Y si lo permite, es porque la acción perversa, es parte del plan de Dios para él. Nadie puede hablar y hacer que suceda si el Señor no lo ha ordenado (Lamentaciones 3:37).
La experiencia de mi amigo no es la única. Miles de cristianos han experimentado injusticias similares en manos de profesores, entrenadores, compañeros y supervisores en el trabajo. Tal vez usted también las ha experimentado, y cuando esas cosas ocurren siempre causan dolor. Dios tiene el control pero El permite que experimentemos el dolor, el cual es muy real, (aunque a veces es solo por un tiempo). Nos sentimos heridos y sufrimos; pero en medio de nuestro sufrimiento debemos creer que El tiene el control y que es soberano.
Como la escritora Margaret Clarkson bellamente lo ha expresado: "La soberanía de Dios es esa impenetrable roca de la cual el sufriente corazón humano se aferra". Las circunstancias que rodean nuestras vidas no son accidentes: Ellas pueden ser el trabajo del diablo pero éste es sostenido firmemente por la poderosa mano de nuestro Dios soberano.
Todo el mal está sujeto a El, y el diablo no puede tocar sus, hijos a menos que El lo permita (para algún buen propósito final). Dios es el Señor de la historia humana y personal de cada uno de los miembros de su familia redimida"
No sólo están los malévolos actos voluntarios de los demás bajo el control soberano de Dios, sino también los errores y fallas de otras personas. Por ejemplo: ¿Un conductor se cruzó el semáforo en rojo, chocó su carro y lo mandó a usted al hospital con múltiples fracturas? ¿Un médico no detectó su cáncer cuando se estaba iniciando, y se hubiera podido tratar? ¿Se encontró con un incompetente instructor en un curso muy importante en la universidad o un inepto supervisor que bloqueó su carrera en los negocios? Todas estas circunstancias están bajo la mano controladora de nuestro Dios soberano, quien las utiliza para nuestro bien.
Ni los actos malintencionados y maliciosos, ni los errores involuntarios de las personas pueden impedir el propósito que Dios tiene para nosotros. "No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Jehová" (Proverbios 21:30). El gobernante Félix, cometiendo un acto completamente injusto, porque quería congraciarse con los judíos, mantuvo a Pablo en prisión durante más de dos años (Hechos 24:27). José estuvo en prisión dos años porque el copero del Faraón se olvidó de él (Génesis 40:14,23; 41:1). Aquellos dos santos hombres fueron dejados en prisión para languidecer; uno por una deliberada injusticia, y el otro por un inexcusable olvido. Pero las dos situaciones difíciles estaban bajo el control soberano de un Dios infinitamente sabio y amoroso, y era parte de un buen propósito de Dios.
Nada es tan pequeño y trivial para escapar de la atención del control soberano de Dios, ni tan grande como para estar más allá de su poder para controlarlo. El insignificante pajarillo no puede caer al suelo sin su voluntad. Así mismo, el poderoso imperio romano no podía crucificar a Jesús a menos que Dios le diera ese poder (Mateo 10:29; Juan 19:10-11). Y lo que es válido para el pajarillo, y lo fue para Jesús, también lo es para usted y para mí.
Ningún detalle de su vida es demasiado insignificante para el cuidado del Padre celestial, y ninguna circunstancia demasiado grande para que El no la pueda controlar.
En dos días recibí noticias de acontecimientos desastrosos en las vidas de dos de mis amigos. La esposa de uno de ellos murió de repente cuando aparentemente su carro se atascó en el cruce de la carrilera de un tren que se aproximaba. El otro amigo es un conductor de camión independiente que está luchando para establecerse en ese negocio. En un viaje reciente, su vehículo se dañó, necesitando repuestos tan caros que costaron casi todo lo que había ganado en ese viaje.
Por supuesto, las consecuencias de estos dos eventos, no se pueden comparar. El conductor del camión estaría de acuerdo en que ninguna cantidad del ingreso perdido se puede comparar con la pérdida de una preciosa vida. ¿Pero qué le decimos a cada uno de ellos acerca de la soberanía de Dios, mientras luchan con su singular conjunto de circunstancias? ¿Será que apenas le hablamos a uno de su "trágico accidente", y al otro acerca de su "mala suerte?"
¿Estamos en realidad abandonados a merced de carros atascados, de camiones que se dañan, de personas que están en posición de hacernos daño, y que intentan hacerlo? ¡No, y mil veces no! Estamos en manos de un Dios soberano que controla todas las circunstancias de nuestras vidas para nuestro bien eterno (Jeremías 32:41).

NO SIEMPRE LA SOBERANÍA DE DIOS ES MANIFIESTA

Uno de nuestros problemas con la soberanía de Dios, es que con frecuencia no parece que El tuviera el control de las circunstancias de nuestras vidas. Vemos personas injustas, descuidadas y hasta evidentemente malas, haciendo cosas que nos afectan. Experimentamos las consecuencias de los errores y fallas de otras personas. Incluso hacemos cosas tontas y pecaminosas, teniendo que cosechar con frecuencia el amargo fruto de nuestras acciones.
Es difícil ver a Dios trabajar por medio de causas secundarias o en frágiles y pecadores seres humanos. Pero es su habilidad de organizar diversas acciones humanas para cumplir su propósito, lo que hace que su soberanía sea maravillosa y misteriosa. Ningún cristiano que crea en la Biblia tiene dificultad para creer que Dios puede y ha hecho milagros como ejemplos de su intervención soberana pero directa en los asuntos de las personas. Pero creer en la soberanía de Dios cuando no vemos su intervención directa, cuando está, por decirlo así, trabajando completamente detrás del escenario a través de circunstancias y personas comunes, es aún más importante, porque esa es la forma en que con frecuencia El trabaja.
Un escritor del siglo XIX, Alexander Carson, en su libro Confianza en Dios en Momentos de Peligro, dice: Por la sabiduría del hombre no se puede ver cómo la providencia de Dios puede arreglar las acciones humanas para cumplir su propósito sin ningún milagro". Por ejemplo, una escritora al comentar sobre un accidente en el que su carro fue golpeado por otro que se cruzó un semáforo en rojo, supuso que para que Dios la hubiera protegido, debería haber hecho que al otro vehículo de repente le hubieran salido alas para volar sobre ella, y que así no la habría estrellado. Lo que tal afirmación implica es la idea de que al estar Dios enfrentando repentina ni ente una crisis en la vida de uno de sus hijos, el único recurso que tiene es hacer un milagro o permitir que la crisis ocurra.
Dios permitió que en su situación la crisis ocurriera, pero no fue porque El no pudiera prevenirla. En su soberanía El pudo haber cambiado el instante de la llegada al cruce de uno de los conductores, o desviado a uno de ellos por otra ruta que El hubiera escogido.
Ninguno de nosotros sabe de eventos en nuestras propias vidas tales (tal vez cientos) como cuando inadvertida mente hemos sido librados de la adversidad o la tragedia por la soberana e invisible mano de Dios. Como bien dijo el salmista: "No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel" (Sal. 121:3-4).
Sin duda, una de las razones por las cuales el libro de Ester fue incluido en las Escrituras es la de ayudarnos a ver la mano soberana de Dios trabajando invisiblemente tras bambalinas para cuidar de su pueblo. Es interesante que en ese libro el nombre de Dios no se menciona ni una sola vez, pero el lector atento ve su mano en toda circunstancia, liberando a su pueblo así como lo hizo en Egipto a través de poderosos milagros siglos atrás.
Dios estaba obrando tan soberanamente a través de circunstancias comunes y corrientes en la época de Ester como lo hizo a través de milagros en la de Moisés. El aspecto fundamental de este libro está en el capítulo 6. Anterior a los acontecimientos de la noche registrada en ese capítulo, las vidas de todos los judíos del imperio del rey persa Jerjes estaban en peligro debido al esquema diabólico de un hombre malvado, Aman, quien acababa de ser ascendido a una posición más alta que la de otros nobles del reino. Pero en este capítulo, los eventos empiezan a dirigirse finalmente a su caída y muerte, la salvación física de los judíos, y el ascenso de Mardoqueo (el héroe de la historia) a la segunda posición más alta del reino.
Puesto que la serie de eventos registrados en el capítulo 6 del libro de Ester, revelan de manera sobresaliente cómo usa Dios soberanamente las circunstancias más comunes para lograr su propósito, las veremos más detalladamente.
Una fatídica noche, el rey Jerjes no podía dormir, por lo cual pidió que le trajeran y le leyeran el libro de las crónicas de su reino. En el transcurso de la lectura, salió a la luz que Mardoqueo quien estaba en peligro de ser ahorcado a la mañana siguiente, tiempo atrás había informado de un complot para asesinar al rey. Al preguntar qué reconocimiento se le había otorgado, encontró que no se le había hecho nada. Entonces el rey decidió honrarlo de inmediato y, resultó que el mismo hombre que había determinado colgar a Mardoqueo, terminó haciendo efectivo el edicto del rey para honrarle públicamente.
Considere qué tuvo que suceder para salvar a Mardoqueo de la horca. ¿Por qué el rey no durmió esa noche? Por qué, entonces, pidió que le leyeran un simple registro de hechos en lugar de pedir que le tocaran música suave para arrullarlo y dormirse? Y cuando le leyeron el libro de las crónicas de su reino ¿por qué se le ocurrió al lector leer esa sección en particular donde se registraban las acciones de Mardoqueo? ¿Acaso no había incontables posibilidades de que aquél hubiera escogido cualquier otra porción de los anales del imperio persa?
El rey escuchó acerca del servicio que Mardoqueo había prestado, y preguntó cómo se le había recompensado. ¿Por qué el rey no recompensó a Mardoqueo en el momento en que le salvó la vida? ¿Por qué de repente decidió hacer algo? ¿Por qué el malvado Amán apareció en ese momento para pedirle permiso de colgar a Mardoqueo? ¿Por qué Jerjes le preguntó a Amán qué se debería hacer para honrar al hombre de tal manera que él no se diera cuenta, haciendo que Amán pensara que él era quien iba a ser honrado?
La respuesta a todos estos interrogantes es que Dios estaba dirigiendo soberanamente los eventos de esa noche para salvar a su pueblo. Sin embargo, la pregunta que naturalmente surge es: "¿Dirige Dios siempre los sucesos de mi vida para mi bien?" Si aceptamos que el resultado poco usual de los sucesos de Ester se debió a la mano soberana de Dios, ¿estamos justificados al concluir que Dios siempre dirige las circunstancias de nuestras vidas para cumplir su propósito? De acuerdo con Romanos 8:28, la respuesta es un fuerte.
SI El versículo dice: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (énfasis del autor). Esa garantía de que Dios trabaja en todos los eventos de nuestras vidas es lo que le da sentido a la exhortación de Pablo "Dad gracias en todo" (1 Tesalonicenses 5:18).
¿Cómo le podríamos dar gracias a Dios por todas las circunstancias de nuestras vidas, si El no estuviera obrando en ellas para nuestro bien?

DIOS HACE LO QUE A EL LE PLACE

Por lo tanto nadie puede actuar, ni ninguna circunstancia puede ocurrir fuera de los límites de su voluntad soberana. Pero este es sólo un lado de su soberanía. El otro, que es de igual importancia para nuestra confianza en El, consiste en que ninguno de sus planes se puede frustrar. Dios hace lo que quiere, sólo como El lo quiere, y nadie puede frustrar sus planes o truncar sus propósitos.
De nuevo, puesto que es un concepto difícil de aceptar, y con frecuencia muy discutido, será útil considerar varios pasajes de las Escrituras que tratan este tema.
Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti (Job 42:2).
Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho (Sal. 115:3).
Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá?
Y su mano extendida, ¿quién la hará retroceder? (Isaías 14:27).
Aun antes que hubiera día, yo era; y no hay quien de mi mano libre. Lo que hago yo, ¿quién lo estorbará? (Isaías 43:13).
Que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero... (Isaías 46:10).
Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? (Deuteronomio 4:35).
En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad. (Ef. 1:11).
Ningún plan de Dios se puede impedir; cuando El actúa, nadie puede echarlo atrás, detener su mano o pedirle cuenta de sus actos. Dios hace lo que quiere, sólo como El quiere, y resuelve cada evento de acuerdo a su voluntad. Dicha afirmación total y absoluta de la soberanía de Dios nos aterraría si fuera lo único que supiéramos de El. Pero El no es solamente soberano sino perfecto en el amor e infinito en sabiduría.
Como vimos en el capítulo 2, el rabino Kushner le atribuyó una parte de la soberanía a la naturaleza. El dijo: "La naturaleza está moralmente ciega, sin valores ésta se agita siguiendo sus propias leyes, sin importarle a quién o qué se lleva a su paso". Pero Dios sí se preocupa y ejerce su soberanía para la gloria suya, su bien y el de su pueblo.
Pero, ¿cómo se relaciona este aspecto de su soberanía (es decir, que Dios hace lo que le place) con nuestra confianza en El?¿Por qué es algo más que una simple afirmación abstracta acerca de Dios para ser debatida por los teólogos, una afirmación que tiene poca relevancia en nuestras vidas diarias?
La respuesta es que El, tiene un propósito y un plan para usted, y tiene el poder para llevarlo a cabo. Una cosa es saber que ninguna persona o circunstancia fuera de su control soberano puede tocarnos; y otra es saber que nadie, ni ninguna circunstancia, pueden frustrar su propósito en nuestras vidas.
Dios tiene un gran propósito para todos los creyentes: "Hacernos conformes a la imagen de su Hijo Jesucristo" (Romanos 8: 29). También tiene un propósito específico para cada uno de nosotros, el cual constituye su plan único y a la medida para nuestra vida individual (ver Efesios 2:10); y su voluntad cumplirá ese propósito. Como dice el salmo 138: 8: "Jehová cumplirá su propósito en mí". Puesto que sabemos que Dios está dirigiendo nuestras vidas a un fin, y que El es soberanamente capaz de dirigir los eventos de ellas hacia ese fin, podemos confiar en El.
Podemos encomendarle no sólo el resultado final de nuestras vidas, sino también todos los eventos y circunstancias intermedios que nos llevarán a ese resultado.
De nuevo, es difícil para nosotros apreciar la realidad de Dios actuando soberanamente en nuestras vidas, porque no lo vemos haciéndolo. En cambio sí nos vemos a nosotros mismos o a otras personas actuando, los acontecimientos sucediendo, y evaluamos esas acciones y eventos de acuerdo con nuestras preferencias y planes. Nos vemos influenciando, o tal vez, controlando o siendo controlados por las acciones de otras personas, y no vemos a Dios obrando. Pero sobre todas las acciones y eventos de nuestras vidas, Dios tiene el control haciendo lo que El quiere entre dichos eventos a pesar de ellos, o a través de ellos. José fue vendido como esclavo por sus hermanos.
En sí ese fue un acto maligno, pero, a su debido tiempo, José reconoció que Dios estaba obrando por medio de las acciones de sus hermanos. Por eso él les pudo decir: "Así pues, no me enviasteis aquí vosotros, sino Dios" (Génesis 45:8). José reconoció la mano de Dios en su vida dirigiendo soberanamente todos los eventos para originar su plan para él.
Tal vez usted y yo nunca tengamos el privilegio en esta vida de ver un resultado tan obvio del plan de Dios para nosotros, como lo vio José. Pero su plan y su resultado para nosotros, no es menos firme, ni menos cierto de lo que fue para José. Dios no nos dio el relato de su vida sólo para informarnos, sino también para animarnos. "Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza" (Romanos 15: 4).
Lo que Dios hizo por José, lo hará por nosotros, pero para conseguir el consuelo y estímulo de esta verdad que Dios ha provisto, debemos confiar en El, y aprender a vivir como El dijo: "Porque por fe andamos, no por vista" (2 Corintio 5:7).
Uno de los pasajes bíblicos que ha sido muy significativo para mí por varios años es Jeremías 29:11: "Por que yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis". Aunque estas palabras fueron dirigidas a la nación de Judá en su cautiverio, expresan un principio acerca de Dios, el cual es reafirmado en otras partes de la Biblia. Dios tiene un plan para usted, y puesto que es su plan, y nadie puede desviarlo, entonces puede tener la esperanza y el valor. Usted puede confiar en Dios.
Desde nuestra posición limitada, nuestras vidas están marcadas por una infinita serie de posibilidades. Con frecuencia en lugar de actuar como planeamos, nos encontramos reaccionando mal ante una inesperada serie de eventos. Hacemos planes y con frecuencia somos forzados a cambiarlos. Pero con Dios no hay eventualidades, pues el cambio inesperado de planes es parte de su plan. El nunca se sorprende, y nunca lo cogemos fuera de guardia o frustrado por sucesos inesperados. El hace lo que quiere, y eso siempre es para su gloria y nuestro bien.
Nuestras vidas también son obstruidas con muchos "si solos": "Si sólo hubiera hecho esto" o "si sólo no hubiera sucedido". Pero de nuevo, Dios no tiene "si solos".
Dios nunca comete errores; El no tiene excusas; por eso el Salmo 18:30 expresa: "En cuanto a Dios, perfecto es su camino". Podemos confiar en Dios; pues El es merecedor de nuestra confianza.
Así como vimos en el libro de Ester el soberano cuidado de Dios para su pueblo, también el corto libro de Rut nos muestra a Dios obrando con el fin de llevar a cabo el plan trazado para un miembro de su pueblo. En un sentido, Rut es más ilustrativo que Ester, porque nos da una idea del obrar soberano de Dios en circunstancias más cotidianas que las descritas en el libro de Ester.
Como usted recordará, Rut era la nuera viuda de Noemí, quien pronunció las conocidas palabras: "a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios" (Rut 1:16). El pasaje de Rut 2:1-10 nos ayuda a ver a Dios obrando en la vida de ella:
Tenía Noemí un pariente de su marido, hombre rico de la familia de Elimelec, el cual se llamaba Booz.
Y Rut la moabita dijo a Noemí: Te ruego que me dejes ir al campo, y recogeré espigas en pos de aquel a cuyos ojos hallare gracia. Y ella le respondió: Ve, hija mía.
Fue, pues, y llegando, espigó en el campo en pos de los segadores; y aconteció que aquella parte del campo era de Booz, el cual era de la familia de Elimelec.
Y he aquí que Booz vino de Belén, y dijo a los segadores: Jehová sea con vosotros. Y ellos respondieron: Jehová te bendiga.
Y Booz dijo a su criado el mayordomo de los segadores: ¿De quién es esta joven?
Y el criado, mayordomo de los segadores, respondió y dijo: Es la joven moabita que volvió con Noemí de los campos de Moab; y ha dicho: Te ruego que me dejes recoger y juntar tras los segadores entre las gavillas. Entró, pues, y está desde por la mañana hasta ahora, sin descansar ni aun por un momento.
Entonces Booz dijo a Rut: Oye, hija mía, no vayas a espigar a otro campo, ni pases de aquí; y aquí estarás junto a mis criadas.
Mira bien el campo que sieguen, y síguelas; porque yo he mandado a los criados que no te molesten. Y cuando tengas sed, ve a las vasijas, y bebe del agua que sacan los criados.
Ella entonces bajando su rostro se inclinó a tierra, y le dijo: ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas, siendo yo extranjera?
Para concluir rápidamente el relato, Rut se casa con Booz, llegando a ser la bisabuela del rey David, y una de las cuatro mujeres mencionadas en el relato donde Mateo presenta la genealogía de nuestro Señor (Mateo 1:1-16).
Observe en el pasaje citado, cuatro eventos clave para empezar el proceso de Rut y convertirse en la esposa de Booz. Cuando ella salió a cosechar en los campos, hubiera podido hacerlo en cualquiera de ellos. El versículo 3 dice: "y aconteció que aquella parte del campo era de Booz". Es decir, Dios la llevó al campo correcto. Pero todavía tenía que conocer a Booz; entonces el versículo 4 dice: "Y he aquí que Booz vino de Belén". Dios, quien controló la dirección de Rut para que se le ocurriera ir al campo de Booz, controló a su vez el tiempo de Booz para que fuera a revisar su cosecha justo en el momento en que Rut estaba allí.
Pero todavía Rut debe ganar la atención y el favor de Booz. Indudablemente muchos pobres recogieron del campo de Booz desde que él dejó el grano que sobraba, pues era parte de la ley Mosaica (Levítico 19:9-10) y por lo tanto, un evento común en la vida de Israel. Nosotros supondríamos que un terrateniente como Booz normalmente no se daría cuenta de una pobre mujer que estaba recogiendo los granos sobrantes. Pero él ve a Rut, versículo 5, "Y Booz dijo a su criado el mayordomo de los segadores: ¿De quién es esta joven?" Finalmente, vemos que Booz responde favorablemente a Rut (vs. 8-10).
El lugar y el tiempo correcto, ser vista y ganar el favor de Booz, todos fueron eslabones claves en la cadena de eventos que finalmente resultaron en el matrimonio de Rut y Booz.
Ninguno de éstos fue extraordinario, y todos aparentemente "sólo sucedieron", pareciendo apenas coincidencia en una historia romántica. Pero los lectores respetuosos de la Escritura, no pueden dejar de ver la mano soberana de Dios organizando aquellas circunstancias cotidianas para cumplir su propósito. Noemí, aunque en el momento no era consciente del plan futuro de Dios para Rut y Booz, le atribuye los eventos a El (Rut 2:20).
Los relatos de Ester, Mardoqueo, Rut y Booz, tienen el mismo feliz término, y vemos la mano de Dios obrando en esos eventos. Pero, ¿qué sucede cuando el relato no tiene un final feliz? ¿Ahí también es Dios soberano? Esta es la pregunta crucial. Es fácil confiar en El cuando el proceso de los eventos resulta como deseábamos, y aun así, con frecuencia, nuestra fe titubea durante el proceso hasta que conocemos el resultado.
Considere por ejemplo, el relato de Hechos 12, sobre los apóstoles Jacobo y Pedro cuya estrecha relación precedió su apostolado porque eran socios en el negocio (le la pesca (Lc. 5:10). Fueron llamados al mismo tiempo por Jesús para que dejaran su negocio, y lo siguieran Mateo 4:18-22). Ambos, juntamente con Juan, eran parte del círculo de Jesús.
Pero en Hechos 12, les sucedieron eventos radicalmente diferentes. Jacobo es condenado a muerte, y a Pedro milagrosamente le es perdonado el mismo destino.
Póngase en el lugar de la esposa de Jacobo y la de Pedro. La una se lamenta por la muerte de su esposo; la otra se regocija por la liberación milagrosa del suyo, y en la soberanía de Dios, pero ¿qué de la esposa de Jacobo? ¿Sería que Dios era menos soberano en la muerte (le Jacobo que en la liberación de Pedro?¿Será que Dios es soberano solamente en las circunstancias "buenas" de nuestras vidas?¿No es soberano también en los tiempos difíciles, y cuando nuestros corazones están afligidos por el dolor?
La Biblia nos enseña que Dios es soberano en lo "bueno" y en lo "malo". Considere lo siguiente:
En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él (Eclesiastés 7:14).
Que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto (Isaías 45:7).
¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? (Lamentaciones 3:38)
Estos tres pasajes establecen claramente lo que se enseña en principio en todo el resto de la Biblia. Dios controla el bien y el mal. Dios no mira de lado o es tomado por sorpresa cuando la adversidad nos golpea. El tiene el control de esa adversidad, dirigiéndola para su gloria y nuestro bien.
Volvamos a la esposa de Jacobo. Ella también debo confiar en Dios y su control soberano sobre la vida y muerte de su esposo. Confiar en Dios no significa que no sufra dolor, que su corazón no esté dolido. Significa que en medio de su dolor y angustia pueda decir: Señor, yo sé que tú tenías el control de este espantoso evento. No entiendo por qué permitiste que sucediera pero confío en ti"
Fácilmente admito que es difícil creer que Dios tenga el control cuando estamos en medio de la ansiedad, el dolor o la angustia, pues he luchado con esto muchas veces. Debido a mi trabajo muchos de mis escritos se han realizado en forma intermitente, "unas horas aquí y otras allá".
Por eso, este capítulo en particular fue escrito y reescrito en un período de seis semanas o más, y durante ese tiempo tuve que experimentar la soberanía de Dios en dos ocasiones. En cada una de ellas me di cuenta de que sabía la verdad con respecto a su soberanía. Lo que tuve que hacer fue decidir si iba a confiar en Dios, aun cuando mi corazón sufriera. De nuevo noté que así como debemos aprender a obedecer a Dios una por una nuestras elecciones, también debemos aprender a confiarle una por una nuestras circunstancias. Confiar en Dios no es cuestión de mis sentimientos sino de mi voluntad. No siento deseos de confiar en El cuando la adversidad me golpea, pero puedo elegir hacerlo aun cuando no lo desee. Sin embargo, ese acto de voluntad, se debe basar en la creencia, y esta en la verdad.
La verdad en la que debemos creer es que Dios es soberano. El hace su buen propósito sin ser frustrado, y dirige y controla todos los eventos y todas las acciones de sus criaturas tal forma que nunca pueden actuar fuera de su voluntad soberana. Debemos creer y aferrarnos a esto cuando enfrentemos la adversidad y la tragedia, si queremos glorificarle confiando en El.
Diré lo siguiente tan amable y compasivamente como pueda. Nuestra prioridad en momentos de adversidad es honrar y glorificar a Dios confiando en El. Tendemos a hacer que la prioridad sea obtener alivio de nuestros sentimientos de dolor, desilusión o frustración. Este es un deseo natural, y Dios ha prometido darnos gracia suficiente en las pruebas, y paz para nuestras ansiedades (2 Corintios 12:9, Fil. 4:6-7).
Pero así como su voluntad es tener prioridad sobre nuestra voluntad (Jesús mismo dijo:..."pero no sea como yo quiero, sino como tú" Mateo 26:39) también su honor es tener prioridad sobre nuestros sentimientos. Honramos a Dios al escoger confiar en El aun cuando no entendemos lo que está haciendo o por qué ha permitido que algunas circunstancias adversas ocurran. Cuando buscamos la gloria de Dios, debemos estar seguros de que El tiene como propósito nuestro bien y que no se detendrá para cumplirlo.

UNA PALABRA DE PRECAUCIÓN

Este capítulo es "duro", y por lo tanto se debe leer, estudiar y orar cuando la vida es más o menos rutinaria, y se debe almacenar o guardar en nuestros corazones (Sal. 119:11) para el tiempo de adversidad cuando tengamos que recurrir a esa verdad.

Sobre todo, debemos ser muy sensibles para instruir a alguien acerca de la soberanía de Dios, y animarlo a confiar en El en medio de la adversidad y el dolor. Es mucho más fácil confiar en la soberanía de Dios cuando es otra persona la que está sufriendo. Necesitamos ser como Jesús de quien se dijo:..."la caña cascada no quebrará" (Mateo 12:20). No nos sintamos culpables de romper una caña cascada (un corazón duro) con un tratamiento insensible sobre la fuerte doctrina de la soberanía de Dios.